Pluralidad de financiación, acciones judiciales… La asociación Passerell ha identificado, a través de su proyecto Marisol, soluciones que permiten dar un papel más importante a las asociaciones en la defensa de los derechos humanos.
“Todo el mundo está de acuerdo en que los derechos humanos son importantes y están vinculados a la democracia, deben ser protegidos”, comienza Catherine Warin, abogada del colegio de abogados de Luxemburgo y presidenta de la asociación Passerell, que apoya a los inmigrantes en el ejercicio de sus derechos y lidera la promoción para defender los derechos fundamentales.
“En Luxemburgo las cosas van relativamente bien, pero todavía tenemos la frustración de tener que luchar por los derechos fundamentales”, añade Marion Dubois, directora de la organización sin ánimo de lucro. En particular, pone el ejemplo de la igualdad ante la ley y el acceso a los derechos, defendidos en Luxemburgo por asociaciones como Passerell.
Durante un año, la asociación llevó a cabo, en colaboración con la Universidad de Luxemburgo, el proyecto Marisol, que contó con el apoyo del Ministerio de Justicia. “La idea de este proyecto era reunir a los profesionales de la movilización de los derechos humanos con la situación en Luxemburgo y sus posibles mejoras”, explica Marion Dubois.
Se llevaron a cabo oficinas y seminarios. El proyecto finalizó el martes con una mesa redonda para discutir más ampliamente el papel de las asociaciones en la promoción y defensa de los derechos humanos. También se han propuesto soluciones para aumentar este papel.
“Margen de maniobra muy limitado”
“El problema es que en Luxemburgo las asociaciones dependen de fondos públicos, lo que a veces limita la libertad de expresión o la posibilidad de ser crítico”, estima Marion Dubois. Según ella, las asociaciones deben contar con una financiación plural y no depender únicamente del Estado.
“La cuestión de la financiación es vital, ya que sin presupuesto no podríamos hacer tantas cosas como hacemos. Y, sin embargo, a menudo se nos dice que si tenemos demasiados fondos públicos, perdemos nuestro interés o nuestra legitimidad para criticar, mientras que el papel de la asociación es trabajar por el interés general.
Ésta no es la única deficiencia que señala el proyecto Marisol: “Necesitamos que las asociaciones se responsabilicen de sí mismas y ocupen el lugar que puedan ocupar”, añade Marion Dubois. Actualmente, la jurisprudencia y las leyes son muy restrictivas para las organizaciones sin fines de lucro en términos de su capacidad para emprender acciones legales. “Tenemos un margen de maniobra muy limitado, mientras que podríamos cambiar las mentalidades a través de la jurisprudencia y apelando a los jueces”.
Para que las asociaciones tengan más peso, sería bueno, según Passerell, dejarlas actuar en los tribunales y, además, darles un papel más sustancial en el proceso legislativo. “Necesitamos una combinación inteligente entre el aspecto legal y el aspecto de promoción, que ya utilizamos”.
Y todos pueden asumir este papel. “No importa el tamaño de la estructura, no es necesario ser una gran organización sin fines de lucro para hacerlo”, piensa Marion Dubois.
“El objetivo es simplemente proteger a seres humanos que no están suficientemente protegidos de otro modo o que están protegidos sobre el papel, pero que no tienen las herramientas para tener una protección efectiva”, concluye Catherine Warin. Estos cambios se producirán a largo plazo, pero los integrantes de Passerell no pierden la esperanza: “Estamos siendo escuchados y no tenemos prisa, ¡siempre estaremos ahí!”
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