Mucho se ha escrito sobre la creciente polarización entre Oriente y Occidente, encarnada por dos estilos de liderazgo diametralmente opuestos: Donald Trump, la figura de la imprevisibilidad estadounidense, y Xi Jinping, el estratega metódico al frente de China. Sin embargo, esta rivalidad va más allá de las personalidades y es parte de una batalla multifacética a nivel financiero, comercial y tecnológico. Estos choques, que ya definen los contornos del nuevo orden mundial, determinarán el equilibrio global de las próximas décadas. Mientras Trump parece prepararse para un regreso a la Casa Blanca en enero de 2025 y China consolida su modelo único, es imperativo descifrar la dinámica profunda de este duelo global.
Dependencia mutua: una alianza forzada
A pesar de su rivalidad, las dos naciones están unidas por profundas interdependencias financieras. China tiene alrededor de 3,2 billones de dólares en reservas de divisas, incluidos 860.000 millones de dólares en bonos del Tesoro de Estados Unidos (datos a agosto de 2024). Estos activos, esenciales para estabilizar el yuan y financiar la infraestructura interna, subrayan la dependencia de Beijing del sistema financiero estadounidense. Pero esta dependencia es una vía de doble sentido. El gobierno estadounidense depende de estas compras para financiar su colosal deuda, estimada ahora en más de 33 billones de dólares. Una venta masiva de estos bonos por parte de China podría provocar una gran inestabilidad en los mercados financieros, pero a costa de un colapso del valor de las reservas chinas. Así, como dos jugadores de póquer, Washington y Beijing dudan en sacar sus armas.
Sin embargo, las señales indican el deseo de ambas partes de reducir estas dependencias mutuas. Beijing busca diversificar sus reservas aumentando sus tenencias de oro (que superaron las 2.000 toneladas en 2024, un récord histórico) e invirtiendo en activos distintos del dólar. Por su parte, Estados Unidos está implementando incentivos para repatriar sus cadenas de valor estratégicas y limitar su exposición a la influencia china.
Esta lucha por la soberanía financiera también va acompañada de una batalla ideológica. Estados Unidos sigue promoviendo el dólar como moneda de reserva mundial, mientras China avanza en la escena internacional con el yuan digital, utilizado en una proporción cada vez mayor del comercio bilateral, especialmente en Asia, África y América Latina.
Control de los flujos financieros: un campo de batalla global
Más allá de las reservas, el control de los flujos financieros se está convirtiendo en un campo de batalla clave. Estados Unidos, mediante sanciones económicas, continúa bloqueando el acceso de las empresas chinas a los mercados financieros occidentales. En 2023, Washington impuso nuevas restricciones a las inversiones estadounidenses en empresas tecnológicas chinas, limitando su capacidad para recaudar fondos.
Por su parte, las autoridades chinas están fortaleciendo su control sobre las salidas de capital. Según el Banco Popular de China, la inversión extranjera en el exterior cayó un 12% en 2023, una tendencia que se espera que continúe debido a las estrictas medidas impuestas por Beijing para evitar un debilitamiento del yuan. Esta política refleja una visión centralizada del control económico, en directa oposición a la filosofía estadounidense de libre circulación de capitales.
Al mismo tiempo, las dos naciones utilizan las instituciones internacionales como palanca estratégica. China apoya la expansión del Nuevo Banco de Desarrollo, liderado por los BRICS, como alternativa al FMI y al Banco Mundial, instituciones percibidas como dominadas por Washington. Por el contrario, Estados Unidos busca reformar el FMI para limitar la creciente influencia de Beijing.
El efecto Trump sobre los aranceles
Donald Trump anunció que duplicaría los derechos de aduana sobre varias categorías de productos chinos cuando regresara al poder. Estos impuestos, que ya habían costado a la economía estadounidense alrededor de 245 mil millones de dólares según un estudio de la Universidad de Columbia, podrían empeorar aún más la situación.
Sin embargo, estas medidas no sólo afectan a China. Muchas empresas estadounidenses, que dependen de las cadenas de suministro chinas, también están sintiendo las consecuencias. Paradójicamente, mientras Trump espera repatriar empleos, algunas empresas prefieren invertir en terceros países como Vietnam o India, exacerbando la desindustrialización estadounidense.
A pesar de las tensiones, las empresas chinas siguen invirtiendo en Estados Unidos. En 2023, estas inversiones se estimaron en 38 mil millones de dólares, con participaciones en sectores estratégicos como el inmobiliario y la tecnología verde. Sin embargo, la multiplicación de las restricciones estadounidenses, en particular sobre los semiconductores, ha reducido estos flujos con respecto al máximo de 50 mil millones en 2016.
El principal peligro de esta guerra comercial radica en sus repercusiones globales. Una espiral proteccionista prolongada podría desencadenar una recesión global, afectando gravemente a los mercados emergentes que dependen de estos dos gigantes para sus exportaciones.
GAFAM vs BATX: el duelo de titanes
El terreno tecnológico es sin duda el más determinante. A medida que la innovación se acelera en áreas como la inteligencia artificial, la computación cuántica y las redes 5G, la rivalidad entre China y Estados Unidos está adquiriendo proporciones sin precedentes.
Por un lado, gigantes estadounidenses como Google, Apple y Amazon dominan los mercados globales. Por otro lado, los gigantes chinos –Baidu, Alibaba, Tencent y Xiaomi (BATX)– están ampliando su influencia, particularmente en Asia y África.
En 2023, China invirtió el 21% de su PIB en investigación y desarrollo, frente al 3,2% de Estados Unidos. Esta estrategia ha permitido a Pekín superar a Washington en determinados ámbitos, en particular en el 5G, donde Huawei sigue siendo líder mundial a pesar de las sanciones estadounidenses.
En el campo de la inteligencia artificial, Estados Unidos mantiene una ligera ventaja gracias a actores como OpenAI. Pero China se está poniendo al día rápidamente, habiendo anunciado inversiones de 100 mil millones de dólares en proyectos relacionados con la IA para 2030.
Otro ámbito clave es la computación cuántica, que podría alterar la criptografía y las comunicaciones globales. En 2024, la Universidad de Ciencia y Tecnología de China anunció un gran avance en el campo de las redes cuánticas, superando las capacidades actuales de los laboratorios estadounidenses.
Las tecnologías de defensa, en particular los hipersónicos, y las nuevas infraestructuras, como los satélites de órbita baja, también acentúan la rivalidad. En 2024, SpaceX y la empresa china CASIC realizaron con éxito lanzamientos masivos de satélites, fortaleciendo sus capacidades de vigilancia y comunicaciones.
¿Y Europa en todo esto?
A medida que se intensifica la confrontación Este-Oeste, Europa parece estar luchando por posicionarse. El nombramiento esta semana por parte de Trump de Charles Kushner, padre de Jared Kushner, para el cargo de embajador de Estados Unidos en París, subraya la importancia estratégica que Washington concede a Francia. Conocido como un “halcón” y cercano al círculo íntimo de Trump, Kushner podría ser un actor clave en el fortalecimiento de las relaciones transatlánticas, particularmente en medio de rivalidades globales.
La cuestión sigue siendo si Europa podrá desempeñar el papel de árbitro o si se verá obligada a alinearse con una de las dos superpotencias. En un mundo fragmentado, la Unión Europea podría, paradójicamente, convertirse en la pieza central del nuevo orden mundial, si logra superar sus divisiones internas…
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