El impacto de las sanciones occidentales sobre el esfuerzo bélico ruso se está sintiendo significativamente. Rusia, alguna vez orgullosa de su poder naval, se ve obligada a Depender de aliados como Corea del Norte e Irán. para apoyar a sus fuerzas armadas. Esta situación revela las fallas en la cadena de suministro militar rusa.
El caso del crucero Almirante Nakhimov, de la clase Kirov, ilustra perfectamente estas dificultades. Este buque, considerado el mayor combatiente de superficie de la marina rusa, está inmovilizado desde 1999. Su modernización, iniciada en 2015, acumula retrasos:
- Las pruebas en el mar inicialmente estaban previstas para finales de 2018
- Aplazamientos sucesivos hasta 2023, luego 2024
- Última fecha límite incumplida el 15 de noviembre de 2023
Las autoridades rusas aducen motivos climáticos o de entrenamiento de la tripulación para justificar estos retrasos. Sin embargo, es más probable que Las dificultades técnicas y financieras son la verdadera causa de esta situación..
Un pozo financiero con consecuencias dramáticas
La renovación del almirante Nakhimov se convirtió en un verdadero agujero negro presupuestario para la Armada rusa. Las estimaciones del coste de este faraónico proyecto oscilan entre 200 y 500 mil millones de rublos, es decir, 2 a 5 mil millones de dólares. Estos colosales gastos tienen un impacto directo en la capacidad de Rusia para mantener y construir otros barcos esenciales para su flota.
La siguiente tabla ilustra el alcance del problema:
Aspecto | Impacto |
---|---|
Costo estimado | entre 2 y 5 mil millones de dólares |
Duración del trabajo | Más de 8 años (desde 2015) |
Consecuencias | Limitación de recursos para otros proyectos navales |
Esta situación es tanto más preocupante cuanto que otros buques importantes de la flota rusa están atravesando dificultades similares. El portaaviones Almirante Kuznetsov, por ejemplo, se ha hecho famoso por sus recurrentes problemas técnicos.
Orgullo nacional versus realidad operativa
A pesar de las evidentes dificultades técnicas y financieras, el Kremlin persiste en su deseo de llevar a cabo la modernización del almirante Nakhimov. Esta obstinación se explica en gran medida por consideraciones de prestigio nacional. En un contexto en el que Rusia busca afirmar su poder en la escena internacional, tener el mayor combatiente de superficie no portaaviones adquiere una gran importancia simbólica.
Sin embargo, esta ambición se topa con varias realidades:
- El diseño de la Guerra Fría no se adapta bien a los conflictos modernos
- El barco representaría un objetivo principal en caso de conflicto.
- Los recursos invertidos podrían utilizarse mejor para plataformas más relevantes
Paradójicamente, algunos observadores occidentales acogen con agrado la prosecución de este proyecto por parte de Rusia. De hecho, cada rublo gastado en la renovación del Almirante Nakhimov es un rublo que no se invierte en tecnologías navales más modernas y potencialmente más amenazadoras.
La situación del portaaviones Almirante Kuznetsov ilustra perfectamente este dilema entre prestigio y eficiencia operativa. Aunque es un símbolo del poder naval ruso, este barco acumula problemas técnicos que limitan considerablemente su utilidad real.
En última instancia, el caso del crucero de batalla Kirov pone de relieve los desafíos que enfrenta la marina rusa en un contexto de sanciones internacionales. Entre ambiciones geopolíticas y limitaciones económicas, el Kremlin se enfrenta a decisiones difíciles que podrían redefinir el futuro de su flota y, por extensión, su lugar en el escenario mundial.
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