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“Me preguntaba si deberíamos demoler la casa”: la podredumbre seca gana terreno en Bretaña

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En medio de una tranquila calle del barrio de Saint-Marc en Brest, la casa de Nicole conserva el encanto de los años 30. Una construcción sólida que se salvó de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial.

Suelos revestidos y techos rotos: la casa lleva varias semanas entregada a las empresas. No para una simple renovación. El olor a fungicida delata la presencia de un hongo carnívoro temido por los propietarios. La podredumbre está devorando el vecindario, casa tras casa.

La situación no es aislada, confirma Arnaud Coudray, director de BZH Qualité en Saint-Évarzec (29) y de Lannion (22), una de las muchas empresas especializadas en el tratamiento de la podredumbre seca: “Hay un aumento significativo del número de obras de construcción, casi ningún municipio bretón escapa a ello. Especialmente en Finisterre, donde la actividad de la empresa se ha duplicado en pocos años. El único departamento bretón que ha emitido una orden que exige un diagnóstico añadió, en enero de 2024, Riec-sur-Bélon y Bannalec a la lista de municipios de mayor riesgo. Esto eleva a 22 el número de municipios inscritos en esta lista negra, único indicador de la evolución de la situación en Bretaña.

“La caja quedó en mis manos”

En casa de Nicole, la infestación fue descubierta por casualidad. “Fue en Navidad”, rebobina el septuagenario. Mi hija vino de vacaciones y decidimos ordenar su antigua habitación de arriba. » Debajo del desván, empieza a sacar una primera caja del armario: “Se quedó en mis manos”. La podredumbre seca estaba ahí, “una mancha blanquecina del tamaño de un felpudo”. Un temor confirmado, unas semanas más tarde, a la luz del primer peritaje. El hongo se había desarrollado debido a una fuga de agua en el techo. El martillazo para el jubilado angustiado: “Me preguntaba si deberíamos demoler la casa”.

Subida de agua por capilaridad, goteras en canalones… Los orígenes de las infestaciones son múltiples, pero tienen algo en común, según el empresario: “Las casas se han vuelto cada vez más herméticas sin haber estado siempre aisladas de la mejor manera posible”. .

En el marco y las paredes.

En Brest, el tratamiento de la estructura cuarenta años antes no permitió salvar la casa familiar. Debajo de los paneles y del aislamiento, la podredumbre se extendió, corroyendo la estructura antes de asentarse en las paredes de piedra, ante la falta de ventilación entre el techo y el aislamiento.

Así, a finales del verano, las empresas comenzaron a desmontar parte del tejado para poder tratar y reforzar la estructura. “Tuvimos que reemplazar piezas de listones, vigas y vigas”, describe Nicole. Se inyectó un tratamiento en las paredes para detener la propagación del hongo y suprimirlo.

Pero, por desgracia, la jubilada descubrió la presencia del hongo a tiempo. “Un olor a maleza o a zócalos que empiezan a combarse pueden alertarlo. Pero una vez que el hongo está ahí, puede progresar 12 cm por día”, describe Arnaud Coudray. Si no se hace nada, en unos meses la factura puede dispararse rápidamente, pasando de unos pocos miles a varias decenas de miles de euros.

Paciencia y solidaridad

Como en la mayoría de los casos, el seguro no cubrió la pérdida y Nicole vive en su casa sin aislamiento desde principios de otoño. Espera que los artesanos visiblemente abrumados continúen trabajando. Al septuagenario no le queda más remedio que tener paciencia: “Los estoy esperando. En cualquier caso, el invierno va a ser duro porque el aislamiento del tejado no se rehará inmediatamente. Tengo que seguir desmantelando las particiones”. Un largo trabajo realizado gracias a la solidaridad de sus allegados.

Por el momento, vive en los 40 m² de la parte trasera de su casa, a salvo de la putrefacción, con la esperanza de un apoyo providencial de su fondo de pensiones complementario, que estudia la posibilidad de una ayuda excepcional. “Una botella nueva en el mar”, dice Corinne, una amiga movilizada a su lado. Si se aceptara, en cualquier caso sólo cubriría una pequeña parte del coste del proyecto. Sin la ayuda de sus hijos, la septuagenaria no habría podido pagar los 45.000 euros de trabajo destinados a borrar los daños causados ​​por la podredumbre seca. Más allá del tratamiento del hongo, lo que más pesa es el coste de las obras de reconstrucción.

La única satisfacción es que una vez eliminada la fuente de humedad, “la podredumbre seca no volverá a aparecer si el trabajo se ha realizado según las reglas del arte”, asegura el contratista.

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