Otros estudiantes de último año, de la sección euro, preparan, con Sandrine Boutier, profesora de español, su próxima “aventura humanitaria” en Guatemala, a finales de enero. “Vamos allá con una ONG, Amistad, que apoya a las poblaciones nativas. Ayudaremos a construir una carretera, trabajaremos en el campo y traeremos suministros médicos”, pronostica el maestro.
Viaja a otros continentes
En Angulema, la gran mayoría de escuelas secundarias y preparatorias de la ciudad organizan excursiones muy esperadas por los estudiantes. Al ir con sus amigos, lejos de sus padres, para descubrir nuevas culturas y cambiar de aires, estas expediciones atraen a muchos de ellos. “Las familias realmente lo piden”, afirma Laurence Epaud, directora de Saint-Paul, que también envía a sus alumnos al otro lado del mundo. En febrero, 25 adolescentes irán con familias australianas a Brisbane. 40 en California en Semana Santa. Estados Unidos es un destino de elección. Tanto para establecimientos privados, como Saint-Joseph l’Amandier que organiza una estancia en Chicago, como para establecimientos públicos, como el instituto Marguerite-de-Valois y su viaje anual a Washington.
Estas expediciones a otros continentes tienen un coste determinado para las familias. “En Estados Unidos, se necesitan más de 1.000 euros por estudiante para pagarlos”, explica Christophe Simonet, director de Marguerite-de-Valois. En Sainte-Marthe, los padres deben pagar 1.500 euros por Guatemala.
Pero el costo no es sólo financiero. También es ecológico. El vuelo de regreso de París a Brisbane, con escala en Dubai, emite al menos cinco toneladas de CO2. Y esto, mientras que el objetivo de alcanzar la neutralidad de carbono se fija en dos toneladas de CO2 por francés y año. “Evidentemente, coger el avión contamina”, repiten todos los organizadores. “Pero no somos una agencia de viajes. Nuestras estancias son educativas, forman parte de nuestros programas”, explica Richard Ferchaud, director adjunto de Sainte-Marthe.
¿Qué lugar para la cuestión medioambiental?
Todos los equipos docentes dicen que están pensando en esta cuestión medioambiental. “Está incluso en el centro de nuestro pensamiento. Por supuesto, vamos a Guatemala, pero hacemos ecoturismo allí. No vamos a hoteles sino a locales. Sólo trabajamos con la población local y no con las grandes empresas”, explica Sandrine Boutier, que coorganiza esta acción por segunda vez en cinco años. Una reflexión de la que se hace eco su alumno Zayane MRad: “No he tomado mucho avión en mi vida. Si lo hago una vez, merece la pena. »
En Lisa, el Lycée de l’image et du son, la cuestión del impacto del carbono ocupa más espacio. En este establecimiento son habituales 15 días, a principios de abril, dando la oportunidad a 200 estudiantes de viajar a Italia, Polonia o España. “Desde hace tres años, nuestros estudiantes prestan más atención a esta cuestión”, observa Sylvie Kocik, la directora. Los viajes se realizan todos en autobús o tren.
“Esto ocupa ahora un lugar central en nuestra organización”, asegura Christophe Simonet. Cuando nos quedamos en Europa, no cogemos el avión. Los estudiantes de arte tomaron el autobús a Venecia en noviembre. “. Observación compartida por Laurence Boulakia, director del colegio Julio Verne, cuyos estudiantes germanistas viajan anualmente en tren a Bremen.
Ningún viaje a Guez-de-Balzac
En el instituto Guez-de-Balzac, este año no habrá viaje escolar para los estudiantes de secundaria. Sólo los estudiantes del segundo año de la clase preparatoria literaria irán al festival de Cannes. A principios de curso se habían estudiado planes de estancias en España e Italia para estudiantes de secundaria. Pero “por falta de director, fueron cancelados”, explica Delphine Nibaudeau, directora del establecimiento. Espera poder organizar uno el próximo año en Alemania, “si el presupuesto lo permite”.
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