Durante tres décadas, se ha superado el registro digital de pacientes. Tenemos los medios técnicos para mejorar la calidad de los medicamentos y reducir su coste, pero no los utilizamos, porque requeriría una decisión firme de un gobierno nacional que no existe. De hecho, no tendría sentido crear un expediente de este tipo a nivel cantonal, ya que los pacientes se ven naturalmente obligados a consultar más allá de las fronteras de su cantón. Además, se debe compatibilizar el software nacional con la diversidad de los utilizados en las empresas, los cuales necesariamente deben estar alineados. Podemos imaginar la resistencia que encontrarían estos imperativos.
Actualmente, en el 99,2% de las consultas médicas, el expediente está escrito a mano, una precaria pila de decenas o centenares de hojas que sólo puede ser consultada por un único facultativo. ¡Y otra vez! Más allá de un cierto montón, en realidad todo esto no es consultable ni siquiera para la persona que escribió estas notas. Ya no sabemos comprobar cuáles fueron todos los análisis o prescripciones del pasado. Ya no podemos detectar síntomas previos que hubieran permitido predecir la llegada de una patología.
Esto conduce a la duplicación de pruebas costosas como las resonancias magnéticas y a prescripciones de medicamentos inconsistentes. Esto no tiene sentido en términos de atención y encarece la atención más de lo que debería ser. Un archivo digital permite filtrar los datos instantáneamente.
Por tanto, la ausencia de tal expediente sería incomprensible si no recordáramos los obstáculos que surgieron en los años 90. El temor que se suscitó fue la violación del secreto médico. Sin embargo, esto ya está cubierto por las compañías de seguros de salud. Cuando finalmente se elabore este expediente electrónico, será naturalmente necesario que el acceso al mismo esté reservado al paciente y a sus médicos tratantes y que sea inaccesible para el empleador y las compañías de seguros. El archivo normalmente se puede proteger con una contraseña.
Los intereses, los prejuicios y la ignorancia no facilitan el logro de un consenso entre la Confederación, los cantones, los médicos y las empresas farmacéuticas.
Jacques Neirynck
Se debería crear una versión anónima del archivo para proporcionar a la investigación médica una fuente gigantesca de observaciones que puedan cotejarse con otras características. ¿Cuál es el impacto real del tabaco, el alcohol, el azúcar, la sal, la carne, las grasas en la aparición de determinadas patologías? ¿Cómo, basándonos en estos datos científicos, podemos prevenir en lugar de curar? De esta manera, podríamos desarrollar una política de salud real en lugar de dejarla ir a la deriva con el costo creciente del seguro médico.
Esta impotencia es una indicación de la debilidad de las instituciones políticas. Los intereses, los prejuicios y la ignorancia no facilitan el logro de un consenso entre la Confederación, los cantones, los médicos y las empresas farmacéuticas. La salud no es el negocio principal del gobierno federal y no lo será hasta que se le asigne un ministro exclusivamente. Pero mañana ciertamente no es anteayer. Hasta entonces, debemos explicar a la opinión pública que el crecimiento de las cotizaciones al seguro de enfermedad podría verse frenado si este expediente se volviera obligatorio. Podría existir la posibilidad de que el asunto no quede enterrado por una votación popular.
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