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Las negociaciones para un alto el fuego entre Israel y Hezbolá, facilitadas por Estados Unidos, ponen de relieve profundas diferencias dentro del gabinete israelí liderado por Benjamín Netanyahu. Si bien las discusiones parecen cercanas a un acuerdo, según varias fuentes estadounidenses e israelíes, la resistencia de parte de la coalición gobernante está complicando la situación. Estos desacuerdos afectan la estrategia militar, la diplomacia internacional y la gestión de las implicaciones políticas internas.
Críticas internas: un gobierno dividido
El Ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, se opuso públicamente al acuerdo, que considera un gran error estratégico. Según él, “el debilitado Hezbollah está desesperado por una tregua, e Israel debería aprovechar esta situación para lograr la victoria total”. Ben-Gvir pide la continuación de las operaciones militares hasta que se elimine por completo la amenaza que representa Hezbolá.
Esta opinión es compartida por algunos oficiales militares y miembros de la extrema derecha, que creen que cualquier forma de alto el fuego podría verse como una admisión de debilidad. También temen que esto permita a Hezbollah reagruparse y fortalecer sus capacidades, particularmente en términos de armas.
Por otro lado, otros miembros del gabinete más moderados sostienen que la firma de un acuerdo podría estabilizar temporalmente la frontera norte, permitiendo a Israel concentrar sus esfuerzos militares en el frente de Gaza. Estos funcionarios, a menudo cercanos a Netanyahu, creen que un alto el fuego supervisado por Estados Unidos fortalecería la legitimidad internacional de Israel y al mismo tiempo limitaría los riesgos de una escalada prolongada con el Líbano.
La delicada posición de Netanyahu
Para Netanyahu, estas diferencias representan un desafío político importante. Debe encontrar un equilibrio entre las demandas de los miembros más radicales de su gobierno y la necesidad de mantener una cierta estabilidad regional. El primer ministro ha evitado firmar altos el fuego similares en el pasado, temiendo que hacerlo debilitaría su coalición o le costaría el apoyo popular. Además, no se debe descuidar el temor a las repercusiones legales. El reciente anuncio de órdenes de arresto internacionales emitidas por la Corte Penal Internacional (CPI) contra él y su exministro de Defensa, Yoav Gallant, añade presión adicional.
Netanyahu sabe que cualquier decisión percibida como un “compromiso” podría ser utilizada en su contra, tanto por sus oponentes políticos como por sus aliados de derecha, que no ocultan su intención de presionarlo para que adopte una línea aún más dura. Este temor se ve amplificado por la historia reciente de Israel, donde los acuerdos de alto el fuego a menudo han sido criticados como victorias simbólicas del adversario.
La presencia de Francia: una fuente adicional de desacuerdo
Otro importante punto de discordia se refiere a la participación de Francia en la comisión de supervisión prevista en el acuerdo. Inicialmente, el Líbano había insistido en que París desempeñara un papel activo en esta estructura, en particular por sus relaciones históricas con el país y su influencia diplomática en la región. Sin embargo, la situación se complicó tras el anuncio de la CPI sobre las órdenes de arresto contra Netanyahu y Gallant.
Francia, a través de su Ministerio de Asuntos Exteriores, rápidamente declaró que respetaría sus obligaciones legales con la CPI. Esta declaración provocó una fuerte reacción por parte de Netanyahu, quien percibió esta posición como un acto de hostilidad. Durante su reunión con el enviado estadounidense Amos Hochstein, el primer ministro habría expresado su enojo por lo que considera una interferencia francesa en los asuntos internos de Israel.
Esta tensión ha enfriado las relaciones entre Jerusalén y París, haciendo improbable la participación de Francia en la comisión de supervisión. Según Axios, el presidente estadounidense Joe Biden incluso tuvo que intervenir directamente, llamando a Emmanuel Macron para intentar calmar la situación. Aunque Macron aseguró que quería encontrar una solución, también subrayó que su ministerio sólo estaba ejerciendo sus obligaciones legales.
Implicaciones internacionales
Diplomáticamente, este episodio refleja los desafíos que enfrenta Estados Unidos en su papel de mediador. Hochstein, que ha liderado la mediación durante más de un año, ha amenazado con retirarse de las negociaciones si Israel no da rápidamente una respuesta positiva al acuerdo propuesto. Para Washington, este acuerdo representa una oportunidad para reducir las tensiones regionales, al tiempo que demuestra que Estados Unidos sigue siendo un actor clave en Medio Oriente.
Sin embargo, los desacuerdos dentro del gabinete israelí y las tensiones con Francia corren el riesgo de comprometer estos esfuerzos. La ausencia de París en la comisión de supervisión podría debilitar la credibilidad del acuerdo ante los ojos del Líbano, que ve en Francia un potencial garante del equilibrio en la aplicación del acuerdo.
Aspectos militares del acuerdo
Sobre el terreno, el acuerdo propuesto prevé medidas específicas para regular las acciones militares de Israel en la frontera entre Líbano y Siria. Israel conservaría el derecho a llevar a cabo operaciones contra amenazas inminentes, como el rearme de Hezbollah o el tráfico de armas pesadas. Sin embargo, estas acciones requerirían consultas previas con Estados Unidos a menos que el ejército libanés interviniera directamente para neutralizar la amenaza.
Algunos funcionarios israelíes consideran que esta cláusula es una limitación a su libertad de acción. Temen que la consulta con Washington ralentice la toma de decisiones y permita a Hezbolá obtener ventaja. Por el contrario, otros creen que esta coordinación fortalecerá la legitimidad de las acciones israelíes, particularmente en caso de una escalada.
Una decisión inminente, pero incierta
Ahora que Netanyahu se dispone a someter el acuerdo a votación en el gabinete de seguridad, el tiempo se acaba. Estados Unidos y varios funcionarios israelíes han insinuado que se podría anunciar un acuerdo en los próximos días, pero persisten obstáculos importantes. Además de las diferencias internas, el escepticismo de Hezbollah sobre la sinceridad de Israel en la implementación del acuerdo también podría retrasar su adopción.
Para Netanyahu, esta situación es una prueba de liderazgo. Si logra que se adopte el acuerdo, tendrá que convencer a sus aliados y a la opinión pública de que se trata de una victoria estratégica y no de un compromiso que lo debilite. Pero un fracaso no sólo podría debilitar su posición política, sino también dañar la estabilidad regional, con el riesgo de que el conflicto se estanque aún más.
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