Unas 10.000 piezas, recuperadas tras el incendio de Notre-Dame en 2019, se conservan en un almacén de la región parisina.
La posible contaminación por plomo requiere que el personal adopte condiciones de seguridad drásticas.
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Miles de “restos” ocultos a la vista. Dos semanas antes de la reapertura de Notre-Dame de París, los escombros permanecerán detrás de escena: en madera, piedra o metal, todos ahora descansan en un lugar no revelado, para ser estudiados por los arqueólogos.
En decenas de estantes se almacenan alrededor de 10.000 piezas de madera carbonizada, miles de grapas y clavos de metal e incluso bloques de piedra ennegrecidos. Como se muestra en el tema que encabeza este artículo, también encontramos los restos de la estructura del siglo XIII, las bóvedas y el chapitel de Viollet-le-Duc. Las escasas personas admitidas en este almacén de la región parisina están sometidas a condiciones de seguridad drásticas. La causa: posible contaminación por plomo.
El estatus de “bienes arqueológicos muebles”
Inmediatamente después del incendio, los arqueólogos de la Dirección Regional de Asuntos Culturales (Drac) de Isla de Francia decidieron considerar todos los escombros y escombros del incendio como “restos arqueológicos“. Como tales, han sido clasificados como monumentos históricos y tienen la categoría de “bienes arqueológicos muebles“, lo que los hace inalienables.
“Tomar elementos para salvarlos después de que ya se hubiera producido una catástrofe, como tras el incendio del Parlamento de Bretaña en Rennes o el castillo de Lunéville (Meurthe-et-Moselle). Lo nuevo en Notre-Dame fue la escala y la naturaleza sistemática“, explicó Stéphane Deschamps, jefe del departamento regional de arqueología del Drac.
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Los arqueólogos, que no pudieron acceder directamente a los fragmentos por riesgo de derrumbe, tuvieron que realizar “búsquedas proxy“. Después de estudios fotogramétricos para poder localizar con precisión cada elemento, fueron recuperados uno por uno por máquinas teledirigidas o técnicos de trabajos verticales en cuerda para los situados en las bóvedas, luego embalados y numerados, primero bajo tiendas de campaña en la plaza.
“Se trata de una extraordinaria fuente de documentación sobre este edificio que todo el mundo conocía pero que, en realidad, nunca había sido bien estudiada. Este incendio, que es una tragedia absoluta, también tiene un potencial extraordinario para el conocimiento, la ciencia y la investigación.“, subraya el director del Drac, Laurent Roturier, durante una visita organizada por algunos medios de comunicación.
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