Actualmente en el puesto decimoquinto del campeonato con 29 puntos y en el decimoctavo del ranking anual con 45 puntos, Gimnasia se encuentra fuera de la Copa Argentina tras la eliminación en cuartos de final. Además, sus esperanzas de clasificarse para la Copa Sudamericana parecen imposibles, a pesar de las escasas posibilidades matemáticas. Con sólo 90 puntos acumulados en las dos últimas temporadas (compensando la mala campaña que llevó a un play-off de descenso el año pasado), comenzarán la próxima temporada con sólo seis equipos por debajo de ellos en la tabla de descenso.
Este largo párrafo refleja fielmente la difícil situación actual del conjunto albiazul. Sin rodeos: la campaña de esta temporada ha sido mediocre, y el equipo que un día confió Marcelo Méndez parece haber desaparecido, dejando sólo falta de ideas. Con sólo una victoria en sus últimos once partidos –aunque han empatado siete– lo que queda patente es su estilo de juego: han perdido el equilibrio por las bandas, la intensidad de la presión y la capacidad de recuperar el balón en lo alto de la portería. campo, que ya no ofrece seguridad defensiva y parece carecer de un plan de juego coherente. Esto contrasta marcadamente con el comienzo del mandato de Méndez, donde demostró un estilo distinto al de su predecesor, Leonardo Madelón. Hoy, Gimnasia es un equipo sin identidad, donde el entrenador puede ser cualquiera por la ausencia de una impronta táctica clara.
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La pregunta candente es: ¿a quién echar la culpa de otra campaña mediocre y carente de ambición competitiva? ¿Es culpa del entrenador? ¿Jugadores? ¿O es una cuestión multifactorial –como la obra española ‘Fuenteovejuna’– que permite que todos compartan la responsabilidad, evitando que una sola persona sea considerada responsable?
La realidad es que la política de contratación este año ha sido inadecuada. Algunos fichajes parecían prometedores pero no se cumplieron, mientras que otros se basaron enteramente en la fe de que les iría mejor que en sus clubes anteriores. Algunos reclutamientos siguen siendo inexplicables. En el mercado de fichajes de verano, con Madelón, incorporaron a Federico Milo, Yonatán Rodríguez, Matías Ramírez, Cristian Colmán (ninguno en el club todavía), Gustavo Canto, David Zalazar, Franco Troyansky (suplentes), Julián Kadijevic (un riesgo ), Marcos Ledesma y Juan de Dios Pintado, de los cuales sólo los dos últimos han jugado con regularidad. Esto corresponde a una tasa de éxito del 20%.
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Se esperaba que las expectativas fueran diferentes con Méndez a cargo, pero Valentín Rodríguez ha tenido un desempeño inferior, mientras que Nicolás Garayalde, Augusto Max y Enzo Martínez siguen bajo escrutinio; El estado de forma de Martín Fernández ha decaído, Norberto Briasco ha sido una gran decepción y Juan Esquivel y Brian Blasi parecen haber perdido el favor del técnico. Benjamín Domínguez, cedido a mitad del torneo, está ahora mejor considerado que durante su etapa en el club, donde en ocasiones enfrentó críticas. Gimnasia ha desarrollado la mala costumbre de favorecer a los jugadores talentosos sobre los que trabajan duro.
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Actualmente, muchos jugadores no están en forma. Con menos salidas (Saravia y Domínguez), las lesiones afectaron duramente a la plantilla: Lucas Castro y Pablo De Blasis estuvieron varios partidos de baja, Matías Abaldo sufrió pubalgia y Briasco ni siquiera fue titular. Sin embargo, hay que tener cuidado con el sentimiento predominante de “dejar ir a todos”, ya que esto muchas veces lleva a la salida de jugadores que han dado mucho al club y todavía tienen contribuciones que hacer -como Leonardo Morales, quien, aunque lejos de su mejor nivel, sigue siendo crucial para el equipo. No olvidemos que no van a existir megaestrellas ni inversiones masivas. El último central ‘clase mundial’ que ficharon fue Cristian Ramos, quien ofreció menos del 1% de lo que ofrecía el ‘Yacaré’.
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En este contexto donde los jugadores luchan por encontrar su mejor forma, Marcelo Méndez –un entrenador con personalidad, diligencia y obsesión– también ha cometido errores. La aplicación rígida de un 4-3-3 ya no tiene sentido cuando el centrocampista no consigue recuperar la posesión y los extremos no son eficaces para estirar el juego o afrontar situaciones en el uno contra uno. Pablo De Blasis no es un jugador apto para este rol; Es mucho más efectivo cuando puede jugar con el campo frente a él. Asimismo, Santino Primante es un delantero poco apto para este exigente papel y, a pesar de los elogios por su juventud y entusiasmo, no pudo rendir cuando el Tripero derrotó a Newell’s.
Para que Gimnasia rompa este ciclo de bajo desempeño, debe ocurrir un cambio. Sin embargo, esto no significa estirar al extremo los límites económicos, como se ha visto en el pasado reciente sin resultados positivos (a menos que se pueda considerar un éxito un noveno puesto, que fue la mejor campaña en Gorosito), sino apostar por la calidad sobre la cantidad. y adoptar un enfoque más discreto en el reclutamiento de jugadores, centrándose en personas que tal vez no sean estrellas, pero que puedan ofrecer soluciones efectivas. El foco ahora debe estar puesto en el compromiso de Méndez y la dirección del club para alcanzar estos nuevos objetivos.
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