Quince días después de una visita marcada por insultos y lanzamientos de barro, los Reyes de España regresaron el martes a las zonas afectadas por las mortíferas inundaciones del 29 de octubre, donde fueron recibidos con aplausos.
Al llegar al final de la mañana ante el ayuntamiento de Chiva, comuna de la Comunidad Valenciana entre las más afectadas por la catástrofe, Felipe VI y Letizia disfrutaron de un baño multitudinario en compañía del jefe de la ejecutiva regional, Carlos Mazón. , que fue muy criticado por su gestión del mal tiempo.
“¡Viva el rey!” y “¡Viva la reina!”, saludó la multitud al pasar, supervisada por un numeroso cuerpo policial, según periodistas de la AFP presentes en el lugar. Detrás de los soberanos, Mazón fue blanco de nuevos pedidos de dimisión: “¡asesino!”, gritó un transeúnte.
Los problemas no desaparecerán “en unos días”, afirmó a la AFP Elena Tortajada, una empresaria de 49 años que acudió para instar a la pareja real a “no olvidar” con el tiempo “a los afectados y todas las dificultades”. que enfrentan.
“Chiva está muy mal”, insistió María Victoria Sánchez, de 75 años, y dijo que veía con buenos ojos la visita de la pareja real, dos semanas después de los enfrentamientos que empañaron su primer viaje. Lo que pasó ese día, “es una aberración”, “no tienen nada que reprocharse”, juzgó.
Tras observar las cicatrices de las inundaciones, entre muros derrumbados y casas destripadas, los reyes continuaron su visita a Utiel, una localidad de 10.000 habitantes a 80 kilómetros de Valencia, desde donde deben llegar a Letur, en Castilla-La Canal, también afectada por inundaciones.
secuencia caótica
El 3 de noviembre, cinco días después del desastre, Felipe VI y Letizia se dirigieron a Paiporta, pueblo considerado epicentro de la tragedia, en compañía del presidente del Gobierno socialista, Pedro Sánchez, y de Carlos Mazón, figura del Partido Popular (PP, DERECHA). ).
Pero la situación sobre el terreno rápidamente se salió de control: fuera de sí, los manifestantes abuchearon la procesión oficial, saludados con gritos de “asesinos” y lanzamientos de piedras y barro, durante una secuencia caótica cuyas imágenes han dado la vuelta al mundo.
La tensión había obligado a abandonar el lugar a Sánchez y luego a Mazón, principales objetivos de este estallido de ira. Sólo la pareja real permaneció allí, con la ropa y el rostro manchados de barro, para intercambiar unas palabras con los habitantes, protegidos por sus guardaespaldas.
La segunda parte de la visita, prevista a Chiva, tuvo que ser cancelada. La casa real había prometido inmediatamente el regreso de Felipe VI y Letizia, pero mantuvo en secreto hasta el último momento este viaje, que no figuraba en la agenda oficial del rey.
“Cumplir su promesa”
Con este nuevo viaje, los soberanos querían ante todo “cumplir su promesa”, en un clima más propicio para una visita de este tipo, analiza a la AFP Vicente Garrido, catedrático de Derecho constitucional de la Universidad de Valencia.
Según él, la imagen de la monarquía podría “salir fortalecida” de todo este episodio. “El hecho de que el rey y la reina permanecieran presentes” el 3 de noviembre y “que resistieran la lluvia torrencial y el barro que les arrojaron a la cara” fue “muy apreciado”, afirmó.
Lo que buscan los soberanos, “en definitiva, es legitimación política”, añade David San Narciso, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid. Quieren mostrar “su cercanía” a “la gente”, lo que garantiza “la sostenibilidad de la institución”, juzga.
Desde las inundaciones, que dejaron 227 muertos, las autoridades se han visto afectadas por las críticas, en particular Carlos Mazón, que el martes nombró a un general retirado para dirigir las operaciones de reconstrucción, cuatro días después de presentar sus “disculpas” a los vecinos.
Actualmente en Brasil, donde participa en la cumbre del G20, el presidente del Gobierno socialista, Pedro Sánchez, informará sobre su gestión de la tragedia ante el Parlamento en los próximos días, tal vez el 27 de noviembre, según su oficina.
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