El tribunal “condenó” a Nadezhda Bouïanova, médica de 68 años, y “la condenó a cinco años y medio” de prisión, declaró la jueza Olga Fedina, según un periodista de la AFP presente en la audiencia.
“¡Qué vergüenza!”, gritaron los partidarios del pediatra cuando se leyó el veredicto.
Unos momentos antes, Nadejda Bouïanova había denunciado un procedimiento “absurdo” en su contra.
Uno de sus abogados, Oscar Tcherdjiev, criticó inmediatamente ante los periodistas la sentencia “dura e ilegal”. “¡No se han presentado pruebas!”
La acusación había solicitado seis años de prisión, mientras que la defensa había pedido la absolución de la Sra. Bouïanova, que había proclamado su inocencia ante el tribunal.
“No admito mi culpa, soy inocente”, dijo, entre lágrimas, antes del inicio de una audiencia previa. “Nada de esto es cierto”.
Este caso ilustra la despiadada represión contra las voces críticas, reales o supuestas, de la ofensiva a gran escala del ejército ruso contra Ucrania ordenada en febrero de 2022 por el presidente Vladimir Putin.
Aumentan las detenciones por espionaje, traición, sabotaje, extremismo o simplemente crítica al ejército, lo que se traduce en penas de prisión muy duras para los acusados, a menudo víctimas de denuncias.
Para Nadejda Bouïanova, el calvario comenzó el 31 de enero, cuando la compañera de un soldado desaparecido en el frente de Ucrania, Anastassia Akinchina, de 34 años, la denunció.
Esta madre de un niño de siete años atendida por la Sra. Bouïanova acusó al pediatra de haberle dicho durante una conversación privada que su marido, desaparecido en Ucrania, “era un objetivo legítimo” de las fuerzas armadas ucranianas y que “Rusia estaba un país agresor y atacó a civiles ucranianos.
Versión desmentida por Nadejda Bouïanova, que describió a Akinchina como “una persona de carácter inestable” y que abandonó “nerviosa e infeliz” una consulta para tratar el orzuelo de su hijo.
Tras estas acusaciones, la pediatra fue despedida inmediatamente y sólo tuvo diez minutos, dice, para recoger sus cosas y salir del hospital en el que había trabajado durante cuatro años.
Pero su pesadilla estaba lejos de terminar: en febrero fue acusada y detenida en abril por “difundir información falsa” sobre el ejército ruso, supuestamente motivada por “odio étnico”.
Nadezhda Buïanova vive en Rusia desde hace treinta años, pero nació en Lviv, una gran ciudad del oeste de Ucrania, considerada en Rusia como el bastión del nacionalismo ucraniano.
“¿Qué odio podría sentir? Estoy vinculado a tres pueblos eslavos: Rusia, Bielorrusia, Ucrania”, se defendió la semana pasada la pediatra ante el tribunal, antes de romper a llorar y señalar la falta de “pruebas” en su contra.
Los colegas de Nadezhda Buïanova lanzaron una petición de apoyo en línea. Su despido fue anulado en julio por un tribunal de Moscú, sin que ello haya tenido repercusiones en el proceso penal.
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