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EDITORIAL. Eliminación de un día festivo: cortina de humo

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El debate sobre el proyecto de ley de finanzas, que debe encontrar unos 60.000 millones de ahorro en 2025 para absorber un déficit abismal (6,1% del PIB y 3.230 millones de euros de deuda) ha dado lugar en las últimas semanas a múltiples propuestas, los diputados, en comisiones o en el hemiciclo, impulsando sus ideas. Una “competencia Lépine” por los impuestos, denunció el primer ministro Miche Barnier. Pero una competición en la que también participan los diputados de la “base común” que la apoyan, ya que fue el ex ministro macronista Gérald Darmanin quien lanzó la idea de eliminar un día festivo para reponer las arcas del Estado. Un aire de déjà vu que nos retrotrae veinte años atrás.

En 2004, el Primer Ministro Jean-Pierre Raffarin instauró el “día de la solidaridad” al eliminar el lunes de Pentecostés. Una decisión tomada con urgencia tras la mortífera ola de calor de 2003 que puso de manifiesto las deficiencias de nuestro sistema de atención a las personas mayores. Esta jornada trabajada pero no remunerada supuso aportar 2.400 millones de euros al año al Fondo Nacional de Solidaridad para la Autonomía (CNSA). Los resultados son mixtos, ya que si los ingresos están ahí, su uso sigue siendo opaco y la cuestión de la dependencia financiera aún no está resuelta, debido a la falta de la ley de vejez prometida por Emmanuel Macron pero nunca aplicada.

Eliminar un segundo día festivo puede parecer una idea sencilla y atractiva, pero se basa en varios malentendidos. Primer mito a deconstruir: los franceses son unos privilegiados en materia de días festivos. La realidad tiene más matices. Con 11 días festivos legales, Francia se sitúa dentro de la media europea. España tiene 14, Italia 11 y Alemania entre 9 y 13 según los Länder. Sólo el Reino Unido es una excepción con 8 “días festivos”. Por lo tanto, una carrera hacia el fondo no traería ninguna ventaja comparativa.

Segunda idea preconcebida: los franceses no trabajan lo suficiente. Las cifras de productividad cuentan una historia completamente diferente: según datos de la OCDE, en 2022, Francia ocupó el sexto lugarmi se sitúa en términos de productividad en Europa, detrás de Irlanda, Luxemburgo, Dinamarca, Bélgica y los Países Bajos. Un resultado, ciertamente afectado a la baja por la crisis del Covid, pero que demuestra que la cuestión no es tanto la cantidad de trabajo como su organización y su eficiencia.

La eliminación de un día festivo adicional parece, por tanto, una solución fácil que no resuelve en modo alguno los problemas estructurales de nuestras finanzas públicas. Incluso podría tener efectos perversos al desmotivar a los empleados, impactar el consumo interno y provocar tensiones sociales. “La cuestión es cómo repartimos los esfuerzos presupuestarios”, respondió la secretaria general de la CFDT, Marlyse Léon.

En lugar de pedir a los empleados que se esfuercen trabajando más, el Gobierno podría haber cuestionado seriamente en su presupuesto (lo hizo muy tímidamente por sólo 5 millones de euros) la eficacia de las costosas exenciones de las contribuciones empresariales concedidas desde entonces a las empresas. Porque, dado el nivel de los déficits públicos, la idea de eliminar un segundo día festivo no sólo es, obviamente, insuficiente sino que, por lo tanto, parece más bien un truco de comunicación, una cortina de humo para evitar un verdadero debate más directo.

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