A la luz de la emoción provocada por el ataque a los seguidores israelíes del Maccabi Tel-Aviv el jueves por la tarde en Amsterdam, después de un partido contra el Ajax, es imperativo que la investigación arroje luz sobre esta violencia inaceptable. Y tanto más cuanto que, desde el Primer Ministro holandés hasta el Presidente de la Comisión Europea, pasando por la Canciller alemana, nadie ha condenado un resurgimiento del vandalismo propio de pasiones a veces exacerbadas hasta el absurdo del fútbol, pero sí de numerosos actos antisemitas. En París, Emmanuel Macron incluso mencionó hechos que se refieren a “las horas más vergonzosas de la historia”. Lo cual es mucho más grave que las estúpidas rivalidades entre aficionados de clubes rivales.
Sin embargo, lo que estos líderes europeos han denunciado es una caza de judíos en las calles de Ámsterdam. Que tales acusaciones se hagan en la capital de los Países Bajos, donde Ana Franck se refugió antes de ser deportada, es aún más atroz.
“Si este partido es el nuevo campo de batalla del conflicto palestino-israelí, sólo habrá perdedores”
Una cosa es segura: no debemos minimizar esta violencia. El próximo jueves, los Blues de Didier Deschamps se enfrentarán a la selección de Israel en el Stade de France, en el marco de la Liga de las Naciones. Y podemos apostarlo: esta reunión volverá a poner tensión en la escena política. La reacción de Raphaël Arnault, el diputado rebelde de Vaucluse, ante los atentados de Ámsterdam lo demuestra. Para él, los seguidores del Maccabi Tel Aviv son ante todo “hooligans de extrema derecha, racistas y violentos”. » Si se demuestra que estos aficionados no son los más pacíficos de este planeta fútbol, lo cual está lejos de ir bien, ¿eso todavía disculpa a sus atacantes cuyo lema era “Palestina libre”? La respuesta es no.
Aún. La LFI ya ha anunciado el color: no quiere este partido Francia-Israel. ¿Cómo podemos sorprendernos? Ha pasado más de un año desde que los Insoumis de Jean-Luc Mélenchon y Rima Hassan trabajaron para importar la guerra de Gaza a Francia. Y todo ello con un único objetivo electoral, que no mejorará en modo alguno la suerte de los Gazouis: fracturar la sociedad. Al optar por mantener este partido, en un contexto tan eruptivo, Bruno Retailleau, ministro del Interior, se ofrecerá una primera prueba de alto riesgo. Ciertamente, habría sido desastroso ceder a la presión de los rebeldes. Pero, de ahora en adelante, es responsabilidad de todos no convertir esto en el nuevo campo de batalla del conflicto palestino-israelí. El peligro es que sólo habrá perdedores.
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