El fútbol argentino, templo del fervor de los “socios”, tambalea. El nuevo presidente ultraliberal quiere abrir los clubes a los inversores extranjeros. Un choque de culturas que divide al país del fútbol. Bucear en una zona de alto riesgo.
En el corazón del fútbol argentino se gesta un duelo titánico. Por un lado, los clubes históricos, orgullosos estandartes de un modelo asociativo profundamente arraigado en el tejido social. Por el otro, el irresistible ascenso de un recién llegado a la arena política: Javier Milei, presidente ultraliberal decidido a cambiar las reglas del juego. ¿El tema de la discordia? La apertura de los clubes al capital extranjero mediante su transformación en sociedades anónimas. Un choque de valores y visiones que promete sacudir los estadios desde Buenos Aires hasta Rosario.
Cuando el fútbol se combina con el presente de los “socios”
Para comprender la magnitud de la batalla que se avecina, debemos remontarnos a los orígenes del fútbol argentino. Aquí los clubes no son simples entidades deportivas. Son verdaderas instituciones, muy arraigadas en sus barrios y sostenidas por el fervor de sus miembros, los famosos “socios”. San Lorenzo, gigante de Buenos Aires, es la encarnación perfecta. Gabriel Nicosia, sociólogo de toda la vida, lo ve como “un pilar fundamental de la vida diaria”. Un lugar donde amigos y vecinos se reúnen para compartir mucho más que la pasión por el fútbol.
Este modelo, en el que los socios eligen a sus líderes y se benefician de un acceso privilegiado a las instalaciones por una tarifa modesta, forja un vínculo único entre el club y sus seguidores. Un vínculo que va mucho más allá de los resultados deportivos, como lo demuestran las becas ofrecidas a jóvenes de los barrios marginales vecinos para que se beneficien de las infraestructuras del club. El fútbol como vector de integración social, este es el ADN de los clubes argentinos.
El silbido liberal
Es precisamente este modelo el que pretende dinamitar Javier Milei, nuevo presidente y adalid del ultraliberalismo. En nombre de la competitividad y el atractivo del fútbol argentino, aboga por una transformación de los clubes en sociedades anónimas, abriendo así la puerta a los inversores extranjeros. Un giro de 180 grados para las instituciones hasta ahora regidas por el estatuto asociativo sin ánimo de lucro.
¡A quién le importa a quién le pertenece si le ganas 5-0 a River Plate y ganas el Mundial de Clubes!
Javier Milei, Presidente de Argentina
El decreto presidencial de agosto de 2023 encendió la pólvora al convocar a la Federación Argentina (AFA) a adaptarse a este nuevo paradigma en el plazo de un año. Una presión política que se suma a las crónicas dificultades financieras de los clubes, obligados a hacer malabarismos con los derechos de televisión y las transferencias de jugadores para evitar el déficit. La tentación del capital extranjero es fuerte, con la promesa de una mayor fuerza laboral y una infraestructura modernizada.
El espectro de la mercantilización
Pero para muchos, el juego no vale la pena. El miedo a ver sacrificada el alma de los clubes en aras del beneficio es inmenso. “La lógica comercial empujará a los inversores a cerrar lo que no es rentable y quitarle el valor añadido en lugar de reinvertir en el club”, advierte la socióloga deportiva Verónica Moreira. Un riesgo que provoca escalofríos en los socios, visceralmente apegados a su modelo de gobernanza democrática y al anclaje social de su club.
La revuelta se está organizando impulsada por una AFA que se niega a ceder y una opinión pública mayoritariamente hostil a la transición a las sociedades anónimas. Los tribunales incluso suspendieron temporalmente el decreto sulfuroso. Pero Milei no piensa quedarse ahí, amenazando con una investigación sobre la gestión de la AFA. Atmósfera eléctrica garantizada en las bahías.
¿Hacia un fútbol de dos velocidades?
Más allá del intercambio político de armas, lo que está en juego es el futuro del fútbol argentino. Algunos lo ven como una oportunidad para dar nueva vida a un campeonato que está perdiendo impulso, otros ven el riesgo de una deriva hacia un fútbol de dos velocidades, aislado de sus raíces populares. ¿Podría ser la solución un sistema híbrido, que combine la lógica social y la privada? En cualquier caso, esa es la idea que menciona Juan Sebastián Verón, presidente del club Estudiantes.
Una cosa es segura: el fútbol argentino se prepara para vivir uno de los períodos más convulsos de su historia. Entre la defensa de la excepción cultural y la tentación de la modernidad, los “socios” tienen una cita con su destino. Se da el pistoletazo de salida de un partido crucial. Responde en los próximos meses, dentro y fuera del campo.
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