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“La palabra es beneficiosa si es verdadera, completa y acompañada”

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La Croix L’Hebdo : Usted fundó la asociación Cie que apoya a las víctimas de abusos, especialmente en la Iglesia. ¿El habla siempre es beneficiosa?

Isabelle Chartier-Siben: Sí, la palabra es beneficiosa siempre que sea verdadera, completa y acompañada. Algunas víctimas, en particular dentro de la Iglesia, no hablan de lo que vivieron porque todavía están bajo presión o porque quieren salvar una comunidad, por ejemplo. Y por eso mienten, lo cual es extremadamente destructivo.

La palabra sirve para algo si es cierta pero también debe ser completa porque no decirlo todo perpetuará el mal dentro de la persona. Es como una llaga supurante, si no la limpias por completo, sigue empeorando.

La palabra siempre es liberadora, es obligatoria para uno mismo y para los demás, pero hay que acompañarla. Las personas que hablan por primera vez han aprendido a vivir con este silencio, con este monstruo interiorizado. Se construyeron en torno a este trauma. Y hablar desestabiliza totalmente su equilibrio interior.

Una víctima del Abbé Pierre dijo: “¿Qué haces cuando es Dios quien te hace esto? » ¿Es más difícil hablar cuando estás siendo abusado por un hombre de Iglesia?

IC-S. : Hablar siempre es difícil porque significa poner palabras a lo impensado. Si hubo abuso es porque las cosas sucedieron sin el conocimiento de la persona, que no era del todo consciente de ello. Por tanto, esto le obligará a buscar lo que está enterrado. Hacer público lo íntimo, lo personal.

Hablar también es difícil porque las revelaciones destruirán la –ilusoria– armonía del lugar de vida en el que estábamos. Las víctimas de abuso sexual o espiritual no hablan, entre otras cosas, para no destruir la reputación de alguien, la armonía de una familia, de una comunidad. Para las víctimas del Abbé Pierre era imposible denunciarlo. Tenía tal aura, había hecho tanto bien…

Para poder hablar, debes estar fuera del alcance del abusador. Y la influencia es tanto más fuerte en un ambiente religioso cuanto que el agresor utilizará todas las estratagemas psicológicas habituales añadiendo una noción divina que lo autorizará todo. Los abusos se perpetrarán en nombre de la obediencia, de la pobreza, de la misericordia, de la encarnación… Para las víctimas dentro de la Iglesia hay, además del trauma “ordinario”, una pérdida de esperanza. En este caso se destruyen las aspiraciones espirituales naturales del hombre que puedan persistir en otras víctimas. La sensación es que Dios mismo los ha traicionado.

Algunas víctimas en la Iglesia sienten una especie de llamado al perdón. ¿Es posible el perdón?

IC-S. : La orden de perdonar es una enormidad de increíble violencia ejercida contra las víctimas y que, además, protege al agresor. Es una violencia que quiere espiritualizar y no respeta las realidades humanas. Se puede aspirar al perdón, es un proceso. Pero es gracia personal, pura, que no se puede comprar ni ordenar.

Cuando los pacientes vienen y me dicen: “He perdonado”esto a menudo significa que han entrado en negación. Sin embargo, si no se reconoce la ira, se invitará de una forma u otra, pero de forma indirecta: automutilación, autocorte, ira contra personas ajenas… El perdón sólo es posible cuando tomamos conciencia de las consecuencias. de este abuso sobre la propia vida y que se consiga separarse del agresor.

¿Puede la reparación financiera propuesta por la Iglesia ayudar a la reconstrucción?

IC-S. : La reparación financiera es, ante todo, el deber de prestar asistencia a las personas que han sido demolidas y ya no pueden vivir. Es fundamental darles dinero para que puedan tener un techo, alimentarse y encontrar un trabajo. La reparación financiera también tiene un valor simbólico de reconocimiento. Las monedas duras y rápidas tienen cuerpo y significado, lo que significa: “Me consideraron. »

Posteriormente, la compensación financiera también plantea la cuestión del importe. ¿Cuál es el precio de una vida destrozada por violaciones, grandes abusos espirituales y abusos psicológicos? Recibo personas cuyas vidas han sido completamente destruidas para quienes la medida más justa sería el Club Med de por vida. Para otros, siempre he abogado por centros de ayuda multidisciplinarios gratuitos que nos honren como seres humanos y devuelvan un camino de vida a quienes lo han perdido.

(1) Tres días en la noche: diario de un victimólogo en el corazón de los abusosde Isabelle Chartier-Siben, ed. de l’Emmanuel, 200 p., 19 €

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