Casi se ha convertido en una pregunta retórica. La cultura –la “real”– se está hundiendo, ¿verdad? Es descuartizado y ahogado bajo las olas de cronogramas Las redes sociales, rehenes de las notificaciones de nuestros smartphones, abrumadas por la bulimia que nos impone el streaming. La música ya no es cuestión de artistas, ahora se consume en listas de reproducción “Música para conciliar el sueño” o “Canciones para hacer jogging”. O tal vez ella está llena de manos seductores para hacerte escuchar y volver a escuchar una pista una y otra vez. Los libros que se venden ahora lo hacen con hashtags en TikTok. Las películas se repiten en bucles de déjà vu con infinitas franquicias. Y las series, incluso las de prestigio, ya no son lo que eran, desintegrándose en la oferta sobreabundante de plataformas… La cuestión está zanjada.
Sin embargo, Katherine Dee, en un fascinante artículo titulado “No, la cultura no está estancada” (“No, la cultura no está estancada”, nota del editor) en el blog Sabiduría de las multitudesmuestra que el problema de la cultura es un poco más complicado que eso. Quejarse de la propia desaparición, señala, generalmente genera dos tipos de respuestas. Por un lado, hay quienes se encogen de hombros en señal de reconocimiento, conformándose con un “¿Qué? ¿Te estás dando cuenta recién ahora? Y por otro, hay quienes achacan estas observaciones a la edad: hay tanta música, películas, libros de calidad, y si no te gustan es por tu incapacidad para seguir el ritmo. Respuestas opuestas que surgen del mismo malentendido, subraya Katherine Dee: una visión estática. Por su parte, ofrece una tercera respuesta posible: que a nuestro alrededor están surgiendo nuevas prácticas sin que todavía las consideremos “cultura”. Porque se va transformando ante nuestros ojos, sin que nos demos cuenta.
“Adoptar una visión que nos permita entender lo que emerge es quizás de lo que se trata la cultura”.
Esto nos recuerda al barco de Teseo de la antigüedad. El filósofo Plutarco cuenta que el barco que trajo al heroico luchador Minotauro y a los niños pequeños que se embarcaron sanos y salvos con él hasta Atenas fue conservado durante mucho tiempo como reliquia por los habitantes. Quitaron las piezas a medida que se erosionaban, reemplazando hasta la última por otras nuevas. Así que este barco se convirtió en tema de vivos debates entre los atenienses. ¿Seguía siendo el mismo o se había convertido en otro barco ya que no quedaban piezas originales?
Pregunta vertiginosa que vivimos con la cultura : las prácticas culturales desaparecen, pero son reemplazadas por otras, que no siempre logramos percibir como prácticas culturales. Porque la cultura no sale del campo, se reconfigura constantemente, al igual que la creatividad se mueve: es mobilis en movil – móvil en el elemento móvil – como dice el lema de otro barco, el Nautilus del Capitán Nemo en Veinte mil leguas de viaje submarino, de Julio Verne.
Además, cuando se trata de cultura, también es absurdo querer congelarlo todo. ya que está en un patio trasero cultural, como lo opuesto a pensar únicamente en términos de pizarras en blanco del pasado. El desafío, señala Dee, no es tanto resucitar lo que está muerto con la esperanza de mantener la cultura tal como está a toda costa, sino aprender a desarrollar otro lenguaje para comprender lo que está en juego. Además, cita numerosas “obras” en Internet que le recuerdan el trabajo colectivo y anónimo de los constructores de la Edad Media. Adoptar una visión que nos permita comprender lo que emerge es quizás, después de todo, lo que es la cultura.
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