En Gaza, la guerra sigue pesando mucho sobre la población civil, empeorando día tras día una crisis humanitaria y educativa sin precedentes.
Más de un año después del inicio de las hostilidades, la situación de los niños y los estudiantes es alarmante: cerca de 90.000 estudiantes y 600.000 niños se ven privados de clases y las infraestructuras educativas han sido destruidas masivamente por los incesantes bombardeos.
La desolación reina en este territorio sin salida al mar, donde las escuelas que alguna vez estuvieron llenas de vida no son más que ruinas y polvo. Wade’ Al Masri, un padre obligado a huir del campo de Jabaliya, da testimonio de la angustia diaria: “Salimos del campo de Jabaliya hacia la región occidental de Gaza. No hay ningún lugar seguro. Salimos bajo bombardeos y el lugar aquí es inhabitable. No hay ayuda, ni comida, ni agua. », dice, con los rasgos marcados por el cansancio.
La escala del desplazamiento forzado es asombrosa: casi un millón de personas han abandonado el norte de Gaza en respuesta a la orden de evacuación masiva impuesta por Israel. Sin embargo, alrededor de 400.000 residentes permanecen allí, a pesar del asedio implacable y la destrucción metódica de la infraestructura. Entre los escombros, la lucha por la supervivencia se vuelve cada día más encarnizada, especialmente porque el acceso a la ayuda humanitaria está restringido.
Ante los llamamientos urgentes de la comunidad internacional, Israel mantiene sus operaciones militares y, lo que es más preocupante, sigue limitando los convoyes de asistencia. Los hospitales, últimos refugios de esperanzas vacilantes, son objeto de redadas periódicamente. En este tenso contexto, la adopción de una nueva legislación israelí podría obstaculizar aún más el trabajo de la UNWRA, la principal agencia de ayuda de las Naciones Unidas en Gaza.
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