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Un tema que divide a los franceses.

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El gobierno está considerando eliminar un día festivo para restaurar las finanzas públicas. Una medida que divide a los franceses entre el deseo de participar en el esfuerzo colectivo y la negativa a sacrificar un día de descanso. Descifrando un tema candente que…

Mientras Francia debe encontrar 60 mil millones de euros para su presupuesto de 2025, el gobierno está considerando una medida que no es unánime: la eliminación de un día festivo. Un enfoque controvertido pero que, según el ministro de Presupuesto, Laurent Saint-Martin, permitiría al país “trabajar más para participar en el esfuerzo de recuperación”. ¿Pero están dispuestos los franceses a renunciar a un precioso día de descanso?

Un día festivo menos para reponer las arcas del Estado

La idea sería replicar el principio de la jornada de solidaridad, instaurada en 2003 tras la mortal ola de calor. Desde entonces, los empleados han trabajado un día festivo adicional, el lunes de Pentecostés, sin pago adicional. A cambio, sus empleadores pagan un impuesto del 0,3% sobre la nómina, que financia la solidaridad con las personas mayores y discapacitadas. Un sistema que ha aportado más de 50 mil millones de euros en 20 años.

Según los partidarios de la medida, eliminar un segundo día festivo generaría entre 2.000 y 4.000 millones de euros de ingresos anuales. Un importante beneficio inesperado para las finanzas públicas, minadas por las sucesivas crisis y “cueste lo que cueste”. Pero esta solución no convence a todos.

Negocios compartidos

En el ámbito empresarial, las opiniones son encontradas. Si algunos patrones ven esto como una oportunidad para aumentar su producción sin costos salariales adicionales, otros temen el impacto en la moral y la productividad de las tropas. Como explica Catherine Guerniou, directora de una PYME especializada en la fabricación de ventanas:

El empleado viene a trabajar y este día no se le paga. Por otro lado, lo pagamos a través de nuestros cargos. Esto nos permite tener un día extra de producción, que no es despreciable.

Pero no todos los líderes empresariales comparten este entusiasmo. Muchos temen una desmotivación de los equipos, ya puestos a prueba por la inflación y las dificultades diarias. Sin mencionar que una medida así podría reavivar las tensiones sociales y los llamados a huelgas.

Empleados reacios a trabajar más

Entre los empleados, la negativa a sacrificar un día festivo es casi unánime. Desde la crisis del Covid, la relación con el trabajo ha evolucionado y se ha fortalecido la aspiración a un mejor equilibrio entre la vida personal y laboral. Renunciar a un día libre se considera un paso atrás.

Algunos incluso dicen que están dispuestos a tomarse un día de RTT o irse en lugar de trabajar gratis. Otros proponen soluciones alternativas para reducir el déficit, como gravar más los ingresos altos y las súper ganancias. Un empleado resume el sentimiento general:

En realidad, ningún día. Podemos buscar dinero en otra parte que no sea eliminar los días de vacaciones.

Conscientes de esta impopularidad, varios sindicatos y partidos de la oposición ya han indicado que lucharían ferozmente contra cualquier intento de recortar gastos en los días festivos. Un clamor que podría hacer retroceder al ejecutivo.

Una medida de doble filo para el gobierno

Políticamente, el tema es explosivo para la mayoría presidencial. Ya debilitado por la reforma de las pensiones y la crisis suburbana, corre el riesgo de una nueva agitación social atacando los días festivos. Un regalo envenenado a pocos meses de las elecciones europeas…

Pero al mismo tiempo, no hacer nada para restablecer las cuentas públicas expondría al gobierno a críticas por su laxitud presupuestaria. Emmanuel Macron lo ha recalcado: no habrá aumento de impuestos para compensar el déficit. Por lo tanto, debemos encontrar vías de ahorro o de nuevos ingresos.

Eliminar un día festivo sería una fuerte señal para demostrar que el esfuerzo debe ser compartido por todos. Esto también permitiría al gobierno evitar temporalmente decisiones presupuestarias más dolorosas, como recortar el gasto público o los beneficios sociales. Pero políticamente, ¿vale la pena el juego?

Un tema divisivo pero una decisión aún no decidida

Por el momento, todavía no se ha decidido nada, como nos recordó Olivier Dussopt, Ministro de Trabajo. No hay calendario ni festivos establecidos. El Gobierno asegura que no habrá “ninguna decisión hasta dentro de varias semanas o incluso varios meses”.

Suficiente para dar tiempo a sondear a los interlocutores sociales y a la opinión pública sobre el tema. Porque los franceses parecen divididos. Según una encuesta reciente, el 52% estaría a favor de que las sumas aumentaran la dependencia financiera y la vejez. Pero el apoyo colapsa si la medida apunta a reducir la deuda pública.

En última instancia, el destino de un día festivo dependerá mucho del objetivo que se le asigne. Si se trata de financiar una causa considerada justa y prioritaria, la mayoría de los franceses podría aceptarla. Pero si se trata de colmar un agujero presupuestario que se considera responsabilidad del Estado, el rechazo corre el riesgo de ganar. Otro dolor de cabeza en perspectiva para el ejecutivo, que definitivamente camina sobre cáscaras de huevo.

Empleados reacios a trabajar más

Entre los empleados, la negativa a sacrificar un día festivo es casi unánime. Desde la crisis del Covid, la relación con el trabajo ha evolucionado y se ha fortalecido la aspiración a un mejor equilibrio entre la vida personal y laboral. Renunciar a un día libre se considera un paso atrás.

Algunos incluso dicen que están dispuestos a tomarse un día de RTT o irse en lugar de trabajar gratis. Otros proponen soluciones alternativas para reducir el déficit, como gravar más los ingresos altos y las súper ganancias. Un empleado resume el sentimiento general:

En realidad, ningún día. Podemos buscar dinero en otra parte que no sea eliminar los días de vacaciones.

Conscientes de esta impopularidad, varios sindicatos y partidos de la oposición ya han indicado que lucharían ferozmente contra cualquier intento de recortar gastos en los días festivos. Un clamor que podría hacer retroceder al ejecutivo.

Una medida de doble filo para el gobierno

Políticamente, el tema es explosivo para la mayoría presidencial. Ya debilitado por la reforma de las pensiones y la crisis suburbana, corre el riesgo de una nueva agitación social atacando los días festivos. Un regalo envenenado a pocos meses de las elecciones europeas…

Pero al mismo tiempo, no hacer nada para restaurar las cuentas públicas expondría al gobierno a críticas por su laxitud presupuestaria. Emmanuel Macron lo ha recalcado: no habrá aumento de impuestos para compensar el déficit. Por lo tanto, debemos encontrar vías de ahorro o de nuevos ingresos.

Eliminar un día festivo sería una fuerte señal para demostrar que el esfuerzo debe ser compartido por todos. Esto también permitiría al gobierno evitar temporalmente decisiones presupuestarias más dolorosas, como recortar el gasto público o los beneficios sociales. Pero políticamente, ¿vale la pena el juego?

Un tema divisivo pero una decisión aún no decidida

Por el momento, todavía no se ha decidido nada, como nos recordó Olivier Dussopt, Ministro de Trabajo. No hay calendario ni festivos establecidos. El Gobierno asegura que no habrá “ninguna decisión hasta dentro de varias semanas o incluso varios meses”.

Suficiente para dar tiempo a sondear a los interlocutores sociales y a la opinión pública sobre el tema. Porque los franceses parecen divididos. Según una encuesta reciente, el 52% estaría a favor de que las sumas aumentaran la dependencia financiera y la vejez. Pero el apoyo colapsa si la medida apunta a reducir la deuda pública.

En última instancia, el destino de un día festivo dependerá mucho del objetivo que se le asigne. Si se trata de financiar una causa considerada justa y prioritaria, la mayoría de los franceses podría aceptarla. Pero si se trata de colmar un agujero presupuestario que se considera responsabilidad del Estado, el rechazo corre el riesgo de ganar. Otro dolor de cabeza en perspectiva para el ejecutivo, que definitivamente camina sobre cáscaras de huevo.

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