El cielo ofreció un espectáculo sublime durante la noche del jueves al viernes. Habitualmente reservada a los habitantes de los países nórdicos, la aurora boreal envolvía la bóveda celeste con remolinos rosas y verdes. Bretaña estuvo a la cabeza, pero otras regiones francesas, más al sur, también pudieron beneficiarse de este encanto cósmico. Visible a simple vista, la aurora boreal ha sido magnificada por los fotógrafos que, poniendo sus equipos en una larga pausa, han proporcionado imágenes quizás incluso más bellas que las tomadas el pasado mes de mayo, cuando el cielo también estaba rosado toda la noche.
Un máximo de actividad que puede durar varios meses.
El suceso no sorprendió realmente a los científicos: “Hace unos días se produjo una erupción solar muy fuerte. Nos envió una avalancha de partículas cargadas”, explica Mathieu Barthélémy, profesor del Instituto de Planetología y Astrofísica de Grenoble. Esta llamarada solar tenía la particularidad de estar orientada directamente hacia la Tierra y, por tanto, nuestro planeta recibió de frente esta lluvia de electrones y protones. Su campo magnético se vio gravemente alterado, lo que provocó la caída de partículas cargadas a nuestra atmósfera. Por lo general, las auroras ocurren en un óvalo alrededor de los polos magnéticos. Pero, en caso de actividad muy fuerte, como esta vez, el óvalo se ensancha hasta alcanzar latitudes más bajas.
Las partículas allí excitaron los gases atmosféricos, produciendo emisiones de luz. “El color observado depende de la naturaleza del gas: verde y rojo para el oxígeno y violeta para el nitrógeno”, explica Mathieu Barthélémy. Los bretones veían principalmente el rojo o el rosa. ¿La razón? “Este color se emite a una altitud, entre 220 y 230 km, superior al verde, a 110 km. Como las auroras no se produjeron encima de nosotros sino más al norte, con la curvatura de la Tierra sólo vemos la parte superior”, explica Mathieu Barthélémy.
El sol está entrando actualmente en el pico de su ciclo de once años. Este máximo puede durar desde unos pocos meses hasta un año.
Desde hace casi dos años, fenómenos de este tipo han aparecido, en varias ocasiones, incluso en el cielo bretón. No es casualidad: “El Sol se encuentra actualmente en el máximo de su ciclo de once años. Este máximo puede durar desde unos meses hasta un año”, señala Aurélie Marchaudon, directora de investigación del CNRS en el Instituto de Investigación en Astrofísica y Planetología (Irap) de Toulouse. Con, sin duda, un importante número de erupciones solares por venir. Por lo tanto, son buenas noticias para quienes perdieron el barco el jueves por la noche: “Tenemos muchas posibilidades de volver a observar auroras en latitudes más bajas de lo habitual, en las próximas semanas o meses”, asegura el astrofísico. Por otro lado, parece improbable esperar volver a ver cortinas de colores este fin de semana, en el cielo bretón.
Posible daño
Las tormentas solares no siempre significan buenas noticias. “Son posibles consecuencias adversas, en primer lugar para nuestros satélites que orbitan alrededor de la Tierra. Pueden ser degradadas por estas partículas tan energéticas o desviadas o ralentizadas por la atmósfera, que se ha vuelto más densa”, señala Aurélie Marchaudon. “Los sistemas GPS a veces sufren fallos debido a cambios de sincronización”, añade Mathieu Barthélémy.
Las tormentas magnéticas tienen la capacidad de intensificar las corrientes eléctricas en la atmósfera y éstas tienen la desafortunada tendencia a inducir corrientes en la corteza terrestre que luego pueden fluir a través de nuestras líneas eléctricas y tuberías, causando daños. Inconvenientes que afectan principalmente a los países situados cerca de los polos: en octubre de 2003, una tormenta solar sumió en la oscuridad zonas enteras de Suecia.
Respecto a la erupción de esta semana, la preocupación sigue siendo limitada. “Ciertamente estamos en un evento calificado de intenso pero no se trata de una “supertormenta” que puede tener consecuencias mucho más importantes. ¡Por lo tanto, debemos aprovecharlo porque provoca principalmente hermosas auroras! », concluye Aurélie Marchaudon.
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