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My Médoc Marathon, la carrera que sólo los franceses pudieron inventar

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“El vino acaricia tu alma, detiene el tiempo, te transporta a otra dimensión…”

Así habló Dominique Arangoits, director técnico de Cos d’Estournel, en la región de Burdeos, mientras probábamos una de sus añadas de 2005.

Dos días después, ese momento era un recuerdo lejano y el placer del vino se había convertido en veneno. Hay que decir que ingerí cantidades generosas mientras intentaba correr un maratón.

Era el 38mi edición del Maratón Médoc, una curiosa aventura donde a los corredores se les ofrecen stands de saboreo* –demasiado frecuentes– diversas muestras de producción local acompañadas de croissants, quesos, foie gras, ostras y otros filetes. Confía en los franceses.

Una carrera que, por tanto, pone a prueba tanto tu constitución como tu resistencia, sobre todo porque, como guinda del pastel, la mayoría de los participantes deben asistir disfrazados. Logré escapar de esta regla uniéndome al equipo del Château Pichon Baron, cuyos colores vestía.

Un desfile increíble

En Pauillac, la línea de salida parecía un carnaval. Un DJ entretuvo a una gran multitud que cantó, bailó, bebió y fumó. Entonces pasó un grupo de monjas. Seguidos por los Blues Brothers y una tribu de saltadores Oompa Loompas. Luego zarpó un gran barco vikingo con seis hombres a bordo. Antes de que aparezcan un grupo de chicos con penes inflables. Es difícil imaginar un desfile más increíble.

Para gran sorpresa de muchos participantes, incluido yo mismo, el “fiesta de pastas” bien regado con la v

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