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Asesinato en Guerches-sur-Isoire, versión Kafka

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Adam Vollmann (Niels Schneider) y Sarah Challe (Maud Wyler) en la serie “El mundo no existe”, de Erwan Le Duc. SARAH ALCALAY/ARTE/IMAGE&COMPAGNIE

¡Alerta de spoiler! Aunque esta alerta no sirve de mucho. Es en el mismo título de la serie donde se revela su esencia. Comenzó como un thriller ordinario, la historia de El mundo no existe se transforma con gracia, delicadeza, también sin piedad, en una meditación irónica, socavando los fundamentos tanto de la realidad como de su representación. Aunque hablamos de asesinatos e investigaciones, secretos enterrados durante décadas, la emoción que proporcionan estos cuatro episodios tiene más que ver con el vértigo estético que con la adrenalina propia de los thrillers. Quizás sea menos violento, pero más raro y más precioso.

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Frente a su pantalla, Adam Vollmann (Niels Schneider) lleva la vida profesional de un periodista en la era digital. Por él pasan las tragedias y las historias absurdas que distribuye a los suscriptores del sitio que lo utiliza, sin que nada pueda sacarlo de su catatonia. Hasta que toma conocimiento de una noticia ocurrida en Guerches-sur-Isoire, un pueblo (ficticio) del país minero del norte, donde una adolescente fue asesinada, sin duda por un profesor de tenis llamado Axel Challe. Adam Vollmann le dice a su editor que es local y conoce al sospechoso número uno. Apenas enviado (especial), Adam incumple todos sus deberes periodísticos, devolviendo tarde sus papeles, cuando los devuelve, interfiriendo en la existencia de los protagonistas del asesinato. Ya no obedecen las reglas del género, empezando por la madre de la víctima, M.a mí Montes (Anne Rotger), que no dudó en bautizar a su hija Lola.

Motivo del borrado

Con sus escombreras transformadas en colinas ajardinadas y sus asentamientos limpios de hollín, Guerches aparece como una ciudad cuyo pasado se reduce a una serie de signos indescifrables para sus contemporáneos. Este motivo de borrado recorre todo el El mundo no existe. El propio Adam alguna vez se llamó Corentin. Experimentó un intenso amor juvenil con Axel Challe, y fue perseguido por sus compañeros de estudios. La armadura de indiferencia y fuerza que Niels Schneider (que obviamente se beneficia de una membresía en un excelente gimnasio) opone al mundo parece resquebrajarse por primera vez cuando el pasado se manifiesta, ya sea en forma de encuentros con sus torturadores de ayer o conversaciones con la esposa de Axel. Sarah (Maud Wyler, que lleva el sarcasmo al nivel de un arte mayor).

Pero en lugar de traer de vuelta al verdadero Corentin, como lo harían las reglas habituales de un escenario, el viaje a Guerches provoca una nueva desintegración en el joven. Incapaz de cumplir su misión como periodista formulada por su jerarquía. (“estás ahí para denunciar, no para investigar”), ya no es capaz de juntar las piezas de su adolescencia. Los demás lo hacen por él, quienes lo acusan a su vez de haber dejado morir a su madre y de haber incendiado la escuela.

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