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La enfermedad del crédito afecta a la mayoría de los quebequenses

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Un viejo enemigo está carcomiendo a los habitantes del reino del consumo. El crédito nos enferma, denuncian dos autores, y se ha convertido incluso en el motor de la economía.

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“A los que se endeudan se les dice que es su culpa, pero el crédito está disponible en todas partes, todo el tiempo, porque sin crédito, no hay crecimiento”, observa Isabelle Thibeault, antropóloga del consumo que lleva 25 años ayudando a personas endeudadas a salir de sus deudas.

Este asesor presupuestario de una ACEF acaba de escribir un libro, ¡Nuestra sociedad de consumo ha terminado!con Jacques Nantel, un viejo lobo del marketing. Su ensayo llegará a las librerías el 24 de septiembre.

Después de 50 años de profesión, es como si este profesor emérito de la HEC Montréal ya no creyera en la magia de su propia ciencia.

Atrás quedaron, dijo, los días en que cada familia poseía todos los aparatos. No tiene sentido, ni para el planeta ni para nuestros bolsillos, comprar todo, la cortadora de césped, los dos autos, lo que sea.

El ejemplo que le gusta citar es el de las piscinas privadas, más numerosas por habitante en Quebec que en Florida o California. Cuestan una fortuna, sólo se utilizan 12 veces al año y la calidad del agua es mejor en las piscinas públicas.

“Si seguimos así, fracasaremos”, afirma. Experto en el arte del consumismo, contribuyó a construir la sociedad, pero hoy ve a los quebequenses endeudarse en beneficio de un sistema enfermo que los pone en la cuerda floja.

Consumir para existir

En este punto los dos autores coinciden. En muchos otros puntos discuten a lo largo de 152 páginas en un tono amistoso y a veces divertido.

Isabelle Thibeault, que lo ha visto todo en su oficina durante 25 años de trabajo, está bien situada para ver la magnitud del desastre.

“La gente está tan avergonzada de sus problemas financieros, su autoestima está demasiado ligada a ellos, esto tiene que terminar”, implora.

Este libro pretende revertir la tendencia. Las personas son mucho más bellas de lo que creen, repite como un mantra, no son su dinero, no son su éxito financiero.

“No puedes hacerlo, y no es porque seas tonto”, dice como mensaje a todo el mundo. Creemos que somos responsables de lo que aumenta nuestra deuda, escribe en la página 117, “cuando en realidad [on y est] “por cosas muy pequeñas.”

La sociedad de consumo juega con conceptos tan fundamentales como la pertenencia, transformando la libertad, la comunidad y la felicidad en productos consumibles.

Todos queremos ser parte de la pandilla, explica el especialista en nuestra relación con el dinero. Todos queremos estar incluidos, queremos existir.

“¿Por qué todos viajan al sur excepto yo?”, me pregunto mientras miro con morbo las páginas de Instagram una tarde de febrero.

Ahí es cuando nos derrumbamos, decidimos arriesgarnos también. Lo hacemos a crédito y luego pagamos el precio.

Más de seis de cada diez quebequenses gastan más de lo que ganan. Se endeudan, mantienen la economía en marcha, pero luego se les rompe el elástico y una mañana se despiertan sin entender qué ha pasado.

“Incluso aquellos que parecen tenerlo todo siguen viviendo insatisfechos y siguen buscando la manera de llenarse”, escribe en la página 119, sobre los médicos y abogados que la consultan.

Poner en marcha la economía

Seamos ricos o pobres, nuestra patrones “Los consumos son idénticos”, escribe Jacques Nantel. La explicación es “simple y cruel”: el marketing se adapta según el segmento, se vende Dollarama a los pobres y Simons a los ricos.

Captura de pantalla del libro en la página 58

Todo el mundo se está endeudando para poder seguir el desfile. Así es como los consumidores generan casi el 60% del PIB de Canadá, frente al 30% hace no mucho tiempo.

Nuestra sociedad, escribe Isabelle Thibeault, “necesita a los pobres y a los que consumen irresponsablemente para crecer”.

El crecimiento del PIB no sería el mismo si los consumidores compraran refrigeradores de 3.000 dólares cada diez años en lugar de refrigeradores de 800 dólares cada dos años.

“Si mañana cada consumidor se disciplinara hasta el punto de no tener que recurrir al crédito al consumo y sólo comprara lo que fuera ‘razonable’ de poder permitirse, los beneficios de los bancos, como el PIB, caerían”, sostiene.

¿Estamos dispuestos a intentarlo? Es lo que se preguntan los dos autores.

¡Nuestra sociedad de consumo ha terminado!
Jacques Nantel e Isabelle Thibeault
Ediciones Somme Tout
152 páginas
Estreno: 24 de septiembre

Foto cedida por LES ÉDITIONS SOMMETout

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