Hacer de Canadá un Estado americano, tomar el control de Groenlandia, anexar el Canal de Panamá… A pocos días de su toma de posesión, Donald Trump aumenta sus exigencias expansionistas. Desde su residencia en Mar-a-Lago, el martes 7 de enero, el presidente electo no descartó utilizar la fuerza para apoderarse del Canal de Panamá. Una amenaza que preocupa al gobierno panameño, gestor del canal desde hace sólo veinticinco años.
Para Donald Trump, es “injusto” que esta vía fluvial, durante mucho tiempo propiedad de Estados Unidos, ya no les pertenece. Imaginado por los españoles, iniciado por Francia y luego completado por los Estados Unidos antes de quedar bajo control panameño, este paso estratégico ha despertado durante mucho tiempo el deseo de muchas potencias. Porque esta ruta marítima de 80 km de longitud conecta el Océano Pacífico y el Océano Atlántico.
Ya en el siglo XVI, los conquistadores españoles identificaron el istmo de Panamá como ideal para el comercio. El rey de España Carlos V incluso mencionó la idea de un canal. Sin embargo, los medios técnicos de la época hicieron imposible el proyecto.
En 1870, le tocó a Francia afrontar este desafío. Después de construir el Canal de Suez, el arquitecto Ferdinand de Lesseps comenzó a diseñarlo. Le llevará casi diez años convencer a los inversores y recaudar fondos suficientes. Doscientos años después, este sitio sigue asustando por su complejidad.
Contra el consejo de todos los ingenieros, el arquitecto diseñó un canal nivelado sin esclusa. Durante seis años, más de 20.000 hombres –entre ellos el pintor Gauguin– cavaron el suelo con palas a 30 metros sobre el nivel del mar, con la esperanza de alcanzar el nivel del océano.
Abandono de la obra
Relieves subestimados, mosaicos geológicos, terremotos, inundaciones, malaria, fiebre amarilla… los problemas se acumulan y más de 6.000 trabajadores mueren. El proyecto se estancó y pronto superó los mil quinientos millones de francos, es decir, el triple del presupuesto inicialmente previsto. Ferdinand de Lesseps finalmente decidió recurrir a su amigo Gustave Eiffel para construir cerraduras. Demasiado tarde. El proyecto terminó y el “escándalo de Panamá” arruinó a decenas de miles de pequeños transportistas.
En 1904, tras el fracaso de este intento, Estados Unidos compró la concesión por una miseria. Se completan las esclusas y se amplían los tramos. El tamaño del paso se adapta para permitir el paso de los buques de guerra americanos, proporcionando así el tamaño que ocuparán los buques mercantes. En 1914 se inauguró el canal, convirtiéndose rápidamente en un eje vital del comercio marítimo mundial.
La entrega se completó en 1999.
Para asegurar el control total, Estados Unidos se otorgó una concesión perpetua y soberanía sobre una zona de 8 kilómetros de ancho a cada lado de la ruta, así como el derecho a interferir en los asuntos panameños. En la década de 1950, el canal generaba 50 millones de dólares al año, pero Panamá sólo recibía dos millones. Una situación colonial contestada por los panameños.
A medida que la descolonización se extendía por el mundo y aumentaba la presión internacional, Estados Unidos finalmente accedió a renunciar gradualmente a sus prerrogativas. El movimiento decidido en 1979 bajo la presidencia de Jimmy Carter terminó veinte años después, en 1999.
Panamá vuelve a ser propietario total del canal. A 350.000 dólares por cruce (unos 340.000 euros) y con 15.000 cruces anuales, más de 5.000 millones de dólares al año entran en las arcas del Estado panameño.