El fin de la vida según Pedro Almodóvar

El fin de la vida según Pedro Almodóvar
El fin de la vida según Pedro Almodóvar
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La habitación de al lado No es la mejor película de Pedro Almodóvar, pero ofrece una meditación elegante y sensible sobre el tema de la despedida.

Ken Loach ganó una palma de oro derramar Yo, Daniel Blake. y El viento que sacude la cebada. Roman Polanski ganó el Oscar por el pianistay Martin Scorsese tuvo que esperar Los difuntos para recibir su Premio de la Academia. No es raro que los grandes directores sean recompensados por obras que no están entre sus mejores películas. Esto también se aplica a Pedro Almodóvar. A sus 75 años, el maestro madrileño de la movida recibió el año pasado el León de Oro de Venecia -su primer gran triunfo en un festival- para La habitación de al lado. Aunque esta película late al ritmo de un corazón generoso y está impecablemente dirigida, parece menos poderoso que las obras maestras como todo sobre mi madre, habla con ella o Devolver.

ce primer largometraje en inglés Es una reflexión sobre la amistad y la muerte. Martha (Tilda Swinton), una ex corresponsal de guerra con una enfermedad terminal, busca ayuda de su amiga y escritora Ingrid (Julianne Moore). Martha le pide a Ingrid que esté presente en “la habitación de al lado” cuando ella acaba con su vida con una pastilla comprada en la Dark Web. Lo que sigue es una telenovela superior sobre el tema de la despedida y los recuerdos que cuelgan entre personas que alguna vez fueron cercanas.

Visualmente es puro Almodóvar: colores intensos, decoraciones lujosas -¡esta villa modernista!- y una tensión que se construye a lo largo de secuencias casi oníricas. Todavía, La habitación de al lado -donde ecos de Silencio de Ingmar Bergman- parece una obra más comedida. humor subversivo y la intensidad dramática que a menudo da profundidad a las películas de Almodóvar permanece en un segundo plano, a menos que este flashback en el que Tilda Swinton conoce a un carmelita homosexual durante la guerra en Irak sea una broma.

© RD

Es una atmósfera serenacasi zen, que aquí reina, quizás demasiado tranquilo en comparación con la tensión que despierta el tema. Los temas –la eutanasia, el paso del tiempo– son tratados con (¿demasiada?) cautela, y la película a veces lucha por encontrar el ritmo adecuado, como si estuviera congelada en su artificialidad. Algunos diálogos incluso parecen haber sido cortados un manual de desarrollo personal para mujeres solitarias de clase media en plena menopausia.

Eso no significa que haya muchos lados buenos. La cinematografía es exquisita, la atormentada partitura de Alberto Iglesias se entrelaza elegantemente con la historia, y el dúo de Swinton y Moore exuda una alquimia sutil -aunque Swinton demuestra en las escenas más lacrimógenas que no se ha perdido una carrera como gran actriz de telenovelas. Todo culmina en una película. que no grita sino que susurraque conmueve sutilmente por momentos e ilustra en todo momento la pericia de Almodóvar.

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