El 20 de noviembre de 2003, Jean-Marie Le Pen, fallecido el 7 de enero a la edad de 96 años, parece perdido, con la cabeza hacia el suelo. Está encorvado y cansado, casi borracho por los golpes. Durante casi 30 minutos, todos sus ataques fueron contrarrestados y amplificados. El ex fanfarrón y destacado polemista encontró a alguien más fuerte que él: el entonces ministro del Interior, Nicolas Sarkozy. Qué contraste para la bestia mediática que empezó su carrera televisiva casi veinte años antes en “La hora de la verdad”, conquistadora y segura de sí misma.
Regreso el 13 de febrero de 1984. Después de un primer golpe en Dreux un año antes, el Frente Nacional es la fuerza en ascenso en la política francesa a pesar del silencio de los medios. Jean-Marie Le Pen se queja y se beneficia de la astucia de François Mitterrand, que ve en ello una forma de fracturar la derecha. “Debemos remediar esta situación injusta, porque el señor Le Pen es parte del panorama político francés”, escribió a su ministro de Comunicación. Tan pronto como se solicitó, se ejecutó inmediatamente. “Tienes una existencia electoral. Ustedes forman parte de la realidad de la sociedad francesa, eso es un hecho”, anuncia en el preámbulo el presentador de “La hora de la verdad”, François-Henri de Virieu. Primera televisión, primera audacia. Se pone de pie y guarda un minuto de silencio “en homenaje a las víctimas del gulag”. Albert du Roy sigue planteando su pregunta, pero el presidente del FN lo ha conseguido y ha dejado su huella.
“Fue una verdadera irrupción médica…
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