La niebla y el viento estiran horizontalmente las mangas de viento… Bajo la lluvia otoñal, es difícil distinguir los islotes circundantes, desde la costa suroeste de Noruega. En la pequeña ciudad de Oygarden, a menos de una hora en coche de Bergen, la empresa conjunta Northern Lights («Northern Lights» en inglés) pretende ver las cosas con mayor claridad en los próximos meses. El objetivo de este proyecto piloto: comercializar a gran escala sus servicios de transporte por barco y luego de almacenamiento geológico de carbono.
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Cerca del muelle ya hay doce tanques metálicos de unos treinta metros de altura, dispuestos en filas de dos. Si todo va según lo previsto, tras la licuefacción y el transporte por barco, el carbono pasará por esta terminal terrestre, antes de circular por oleoducto hasta su entierro definitivo en el Mar del Norte, en un acuífero salino. Es decir aproximadamente a 110 kilómetros mar adentro, y a 2.600 metros bajo el fondo marino.
“Aquí por primera vez estoy desarrollando algo nuevo”“, argumenta Aksel Plener, director operativo del sitio, una vez de regreso en el edificio administrativo, sin su mono amarillo fluorescente. El noruego cuenta con el apoyo de la firma británica Shell, uno de los tres accionistas de Northern Lights. Entre los interesados, otros dos pesos pesados del petróleo y del gas: la empresa francesa TotalEnergies y la empresa Equinor (antes Statoil), participada mayoritariamente por el Estado noruego. La industria de los hidrocarburos ha “las habilidades necesarias para asegurar y explotar el almacenamiento de carbono”justifica el señor Plener.
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