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El año 2024 estuvo marcado por una guerra relámpago de alta intensidad entre Israel y Hezbolá, una confrontación que trastornó los equilibrios regionales. Este conflicto, aunque breve, causó una pérdida considerable de vidas y destrucción, al tiempo que exacerbó las tensiones ya existentes en el sur del Líbano. Este artículo revisa los orígenes, la evolución y las consecuencias de este enfrentamiento, al tiempo que examina sus implicaciones para el futuro.
Orígenes del conflicto: una escalada inevitable
Las tensiones entre Israel y Hezbolá alcanzaron un punto de ruptura a principios de 2024, tras varios meses de provocaciones e incidentes en la frontera sur. Las incursiones israelíes en zonas sensibles cercanas a la Línea Azul, combinadas con la intensificación de las maniobras militares de Hezbolá, provocaron una rápida escalada.
Según “Al Joumhouriyat” (20 de diciembre de 2024), Hezbollah se atribuyó la responsabilidad de un ataque contra un puesto avanzado israelí en respuesta a los ataques aéreos llevados a cabo por Israel en Siria, dirigidos a convoyes de armas. Este ataque provocó una respuesta masiva del ejército israelí, marcando el inicio de las hostilidades.
El curso de la guerra: una intensidad sin precedentes
El conflicto, que duró menos de un mes, fue de una intensidad poco común. El ejército israelí, mediante ataques aéreos a gran escala, apuntó a infraestructuras estratégicas en el Líbano, particularmente en el sur y los suburbios del sur de Beirut, un bastión de Hezbollah.
Por su parte, Hezbollah desplegó un arsenal de misiles de precisión, infligiendo daños considerables a instalaciones civiles y militares en Israel. Según “Al Quds” (20 de diciembre de 2024), más de 5.000 cohetes fueron lanzados en dos semanas, una demostración de fuerza que sorprendió a los observadores internacionales.
Las pérdidas humanas y materiales fueron cuantiosas para ambos bandos. En el Líbano, los ataques israelíes han causado la muerte de cientos de civiles, mientras que miles de familias han sido desplazadas. En Israel, el lanzamiento de cohetes causó varias decenas de víctimas y provocó una destrucción significativa en las ciudades del norte.
Un impacto devastador en las poblaciones civiles
La población libanesa, ya afectada por una crisis económica sin precedentes, ha pagado un alto precio por este conflicto. Las zonas fronterizas, como Naqoura y Marjayoun, fueron las más afectadas, con pueblos enteros reducidos a ruinas. Según “An-Nahar” (20 de diciembre de 2024), la infraestructura esencial, incluidas carreteras y hospitales, resultó gravemente dañada, lo que complicó la llegada de ayuda.
En Israel, los residentes del norte también han sufrido los efectos del conflicto, incluidos desplazamientos masivos a zonas más seguras. Los refugios antiaéreos, aunque numerosos, no fueron suficientes para responder a la intensidad de los ataques.
Un papel internacional limitado pero crucial
La comunidad internacional rápidamente pidió un cese de las hostilidades. Francia, Estados Unidos y las Naciones Unidas desempeñaron un papel clave en la mediación que condujo a un frágil alto el fuego, firmado bajo los auspicios de la FPNUL.
Sin embargo, “Al Bina’” (20 de diciembre de 2024) enfatiza que la falta de un marco político claro para resolver las disputas subyacentes limita la efectividad de este acuerdo. La FPNUL, aunque fortalecida, está luchando por restablecer un clima de confianza entre las partes.
Implicaciones regionales y estratégicas
El conflicto de 2024 ha tenido importantes repercusiones en la geopolítica regional. Para Israel, esta guerra subrayó los límites de su estrategia de disuasión frente a un Hezbollah mejor armado y organizado que nunca. Para Hezbolá, este enfrentamiento, si bien demostró su fuerza, también reveló las presiones internas a las que está sometido en un Líbano en crisis.
A nivel regional, Irán, el principal partidario de Hezbollah, ha fortalecido su papel como actor clave en Medio Oriente, mientras que Arabia Saudita ha adoptado una postura cautelosa, pidiendo una reducción de las tensiones mientras sigue de cerca los acontecimientos.
¿Hacia qué futuro?
El conflicto de 2024 ha dejado al sur del Líbano en una situación aún más frágil que antes. La infraestructura destruida, la desconfianza mutua y la ausencia de soluciones políticas duraderas mantienen un alto riesgo de que se reanuden las hostilidades.
Para evitar una nueva guerra, es esencial un enfoque coordinado que involucre a actores locales e internacionales. Sin embargo, hasta que se aborden las causas profundas del conflicto, incluidas las rivalidades regionales y la dinámica interna libanesa, la paz seguirá siendo un objetivo difícil de alcanzar.
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