Dos imperialismos, el persa y el turco, amenazan al Medio Oriente árabe. ¿Podrá Israel salvar a sus vecinos de las garras de estos dos depredadores?
La guerra con Hamas aún no ha terminado y no lo será hasta que Israel recupere a sus rehenes. La guerra con Hezbollah aún no ha terminado y no lo será hasta que los sesenta mil israelíes que tuvieron que abandonar sus hogares, sus campos, sus tiendas… regresen a sus hogares con tranquilidad.
Pero mientras las balas siguen silbando, el diario israelí Haaretz anunció el martes 17 de diciembre que Arabia Saudita estaría cerca de un “acuerdo de normalización” de sus relaciones con Israel.
Según los informes, fuentes cercanas a las negociaciones dijeron Haaretz que Arabia Saudita ya no condicionaría su reconocimiento diplomático de Israel a la creación de un Estado palestino. El reino saudita ahora se contentaría con un vago compromiso de Israel de abrir el “camino hacia un Estado palestino”.
El término “acuerdo de normalización” indica el origen de la filtración: la administración Biden. La administración estadounidense saliente intenta obtener un último éxito diplomático sin dejar de descalificar los Acuerdos de Abraham puestos en marcha por Donald Trump.
Por supuesto, se alzaron voces autorizadas dentro del reino saudita para negar tales comentarios. Y Barak Ravid, periodista de Axios cercano a la administración Biden, citó a un funcionario saudita en X (ex-Twitter) que negó tal avance. “La idea de que los líderes del reino han cambiado de alguna manera su compromiso de larga data con la creación de un Estado palestino independiente también es infundada”, dijo el funcionario saudí.
En realidad, estas palinodias –“quiero pero” o “no hasta”- no son más que el falso pudor de un jardín de rosas. Si Arabia Saudita quiere preservar su independencia política y geográfica, si se mantiene firme en su proyecto de convertirse en una potencia regional, sus líderes no tienen otra opción que aliarse diplomática y militarmente con Israel.
Hasta el 6 de octubre de 2023, el marco geoestratégico de Medio Oriente era el siguiente:
- Dos depredadores musulmanes, pero no árabes, amenazaron la independencia de los Estados árabes de Oriente Medio: el imperialismo iraní y el imperialismo turco.
- Irán nunca ha ocultado su deseo de imponer su liderazgo religioso y yihadista en todos los países musulmanes del planeta, empezando por los Estados del Golfo. La creación de un “Eje de Resistencia” comenzó en 1982 con la creación de Hezbolá en el Líbano, continuó con la toma progresiva de Irak en 2003 tras el derrocamiento de Saddam Hussein, y luego con el apoyo prestado a los hutíes de Yemen en 2004. luego por el control de Siria a partir de 2011, y finalmente por la ayuda militar a Hamás, una rama de la Hermandad Musulmanes que gobiernan en Gaza, a partir de 2012.
- Turquía nunca apoyó el intento de Irán de reconstituir el Imperio Otomano (1300-1918) en su lugar. Por lo tanto, Ankara parece dispuesta a hacer muchos sacrificios (para poner en peligro en particular su posición en la OTAN) para aprovechar las debilidades de su rival, Irán, y ocupar el terreno.
- Estos dos imperialismos, persa y otomano, utilizan el mismo argumento para establecer su dominación: destruir a Israel. “Palestina libre”, “del río al mar”… son lemas destinados a movilizar a las masas árabes a favor de la yihad. Cada golpe asestado a Israel por Irán o Turquía alegra los corazones de los musulmanes del mundo, desestabiliza los regímenes árabes que han firmado la paz con Israel o bloquea aquellos que aspiran a la “normalización”. Para Irán o Turquía, el odio a los judíos fue y sigue siendo el cemento del mundo musulmán.
Pero desde el 7 de octubre, el marco geopolítico de Oriente Medio ha evolucionado considerablemente.
El 7 de octubre de 2023, Hamás lanzó la guerra contra Israel y recibió apoyo militar de Hezbolá, Irán y los hutíes de Yemen.
Después de más de un año de guerra, la situación es la siguiente:
- Hamás está pulverizado y ya no obtiene su fuerza molesta de los rehenes judíos que todavía esconde en los espacios subterráneos que le quedan.
- Hezbollah, el buque insignia militar de Irán, fue decapitado y su potencia de fuego se redujo a una cuarta parte de lo que era hace un año.
- Peor aún para Irán, Siria ha cambiado de manos. El tirano Bashar al Assad huyó y entregó el país a las milicias yihadistas suníes respaldadas por Turquía. Consecuencia muy importante: los circuitos de suministro de armas de Hezbollah están cortados.
¿Estado palestino o no?
- Consecuencia directa: Israel emerge como la potencia militar dominante en Medio Oriente.
- Corolario: los Estados árabes que pretenden escapar de la tutela de los depredadores persas y turcos no tienen otra opción que reconocer al Estado de Israel y celebrar acuerdos de cooperación económica y militar con él. Esta alianza árabe-israelí derrotará cualquier intento de defender la erradicación de los judíos y la yihad en nombre de la causa palestina.
Por supuesto, los Estados árabes intentarán salvar las apariencias ante su opinión pública: condicionarán su necesidad de un acuerdo con Israel a la promesa de trabajar por la creación de un Estado palestino.
Lo cual es un intento de revertir el equilibrio de poder.
Israel emerge como el gran ganador de la guerra del 7 de octubre y puede prescindir –como lo ha hecho durante setenta y cinco años– de relaciones con sus vecinos árabes.
Puede prescindir de él, pero sería más fuerte y poderoso si aprovechara el capital árabe para financiar proyectos regionales.
Pero si el Estado judío accediera, aunque fuera a medias, a la exigencia de un Estado palestino, reconocería que sólo este gemelo malvado lo hace legítimo en Oriente Medio. Reconocería que su legitimidad depende de la institucionalización de su peor enemigo, “Palestina”.
Por otro lado, no ceder ante “Palestina” obligaría a los países árabes a aceptar y reconocer la legitimidad de Israel en Medio Oriente. Y para no volver a hacerla dependiente de un gemelo yihadista.
Toda la cuestión de esta guerra es la legitimidad del Estado hebreo en Eretz Israel. Poner fin a esta guerra con la promesa de una forma u otra de “Palestina” sería admitir la derrota. Este es el deseo secreto de la administración Biden, es lo que desean la mayoría de los estados árabes.
© Yves Mamou
MAMÁ
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