Sólo dos disparos a puerta, ambos blanquiazules, caracterizaron un partido aburrido que debilitó aún más la posición de Manolo González.
Encontrar tu casa puede ser una gran experiencia. Nos reconectamos con aquellos con quienes compartimos momentos, los recuerdos fluyen mientras caminamos por las mismas calles y pasillos. Algunos recuerdos son agradables, incluso nostálgicos. Sin embargo, el regreso también puede actuar como malestar, casi siempre. Es un recordatorio de que ya no pertenecemos aquí. Por elección, por circunstancia o por obligación, ya no somos parte de este entorno que alguna vez considerábamos nuestro hogar. Vicente Moreno debió sentirse así cuando el autobús de Osasuna atravesó los muros del estadio del RCDE, o cuando volvió a caminar por el túnel de vestuarios, esta vez como entrenador del equipo de Pamplona.
El técnico valenciano estuvo sólo dos años en el banquillo noble del perico. Puede parecer breve, un paso relativamente corto, pero todo lo vivido allí le llenó de un gran sentimiento hacia el club catalán. Vicente Moreno fue el líder indiscutible del equipo que logró el ansiado ascenso a La Liga. Ahora, con Osasuna, esos recuerdos son muy profundos. Enfrentarse de nuevo al Espanyol (0-0) resultó ser un trago amargo. Ninguno de los equipos se esforzó lo suficiente ni mostró talento. Faltaron acciones notables y la resignación prevaleció sobre este encuentro agridulce.
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Cuando la pelota empieza a rodar, el romance queda a un lado. Ni el técnico ni sus jugadores dieron muestras de intimidación. El equipo de Perico no estaba dispuesto a hacerle regalos a su ex entrenador. Ambos equipos entraron al campo con grandes ambiciones, pero esas intenciones se quedaron en eso: meras ideas que no llevaron a ninguna parte y no se materializaron en oportunidades. Durante la primera parte, ninguno de los equipos puso en peligro la portería contraria con ninguna amenaza real. Los jugadores deambulaban por el campo, nada más.
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Fue frustrante ver cómo todos lo intentaban con mucho entusiasmo pero poca habilidad. Intercambiaron golpes, pero errores individuales y falta de eficacia en la circulación del balón impidieron la victoria tanto a Espanyol como a Osasuna. La pelota simplemente rodaba y flotaba. Al acercarse el minuto 70, ninguno de los equipos había registrado una sola oportunidad de gol. Vicente Moreno gesticulaba frenéticamente desde el área técnica, mientras a pocos metros, Manolo González imploraba a sus jugadores que despertaran. Ambos entrenadores se mostraron exasperados por la falta de claridad de sus jugadores.
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El primer disparo a puerta llegó en el minuto 75, obra de Pol Lozano desde la frontal del área. El de Sant Quirze del Vallès recuperó el balón y disparó un disparo que tomó una buena curva y amenazó con alojarse en el ángulo de la red de Osasuna. Sin embargo, Sergio Herrera hizo una parada notable, evitando que el Espanyol se adelantara en su primer intento real. Tras esta oportunidad, el Espanyol intentó pasar al campo contrario, pero sus ataques fueron completamente infructuosos. Apenas volvieron a acercarse a la portería, salvo un débil disparo de Cheddira antes de que el árbitro pitara el final del partido.
El partido resultó incómodo, no sólo para Vicente Moreno sino también para Manolo González. Su crédito se está acabando. Los malos resultados y la mala imagen del equipo no protegen al técnico blanquiazul, que, aunque apoyado por la afición, afronta crecientes dudas en los despachos directivos. La grada expresó su descontento con cánticos, exigiendo que “nos devuelvan el club”. El regreso de Moreno no fue ni bonito, ni sencillo, ni amistoso. Al Espanyol tampoco le fue mucho mejor.