Como le dijo el lobo a Caperucita Roja: “¡Si tengo orejas grandes es para oírte mejor, hija mía!” Y es cierto que tener un buen oído es una ventaja valiosa para los animales que viven en el hostil mundo salvaje. De hecho, no escuchar a un depredador acercándose lo expone a una muerte segura, del mismo modo que perderse el sonido de una presa puede hacer que se pierda una buena comida. El murciélago manchado, una especie de murciélago, sabe algo sobre esto. Sus orejas, que pueden medir hasta 4 centímetros, le permiten detectar todos los sonidos circundantes, incluido el sonido de las pisadas de los insectos. Y, sin embargo, ni siquiera tiene las orejas más grandes del reino animal.
Entre los mamíferos terrestres, las orejas grandes son innumerables y los convierten en excelentes cazadores. Para los felinos, como el caracal o el serval, se utilizan para detectar presas. De manera similar, el otocyon megalotis, o zorro de orejas de murciélago, usa sus grandes orejas para detectar insectos y pequeños roedores que se mueven bajo tierra. El zorro fénec, el zorro del desierto, utiliza sus orejas con el mismo fin, pero tienen una función adicional: también le permiten evacuar el calor. Lo mismo ocurre con la liebre cuyas orejas superan los 10 centímetros. Pero claro, ninguno de ellos tiene las orejas más grandes del mundo.
El tamaño de las orejas de elefante es impresionante. Representa el 17% de su tamaño corporal total. Estos gigantes (…)
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