Desde su nacimiento, El mundo otorga un lugar especial a la Unión Soviética. Así lo demuestra su primer titular, fechado el 19 de diciembre de 1944, sobre el tratado de alianza y asistencia mutua firmado unos días antes en Moscú, entre el gobierno provisional francés y la URSS, en presencia del general De Gaulle y de Joseph Stalin. Mientras el Ejército Rojo avanza en el Frente Oriental, el texto pretende impedir “Toda nueva amenaza procedente de Alemania”. La derrota de las tropas nazis pronto selló el regreso del favor de los comunistas en Francia. Al mismo tiempo, en el período inmediato de posguerra se desarrolló un antiamericanismo del que los jóvenes diarios no escaparon.
¿Será porque antes de la guerra era profesor y periodista en Praga? Su fundador, Hubert Beuve-Méry, que redactó él mismo un informe en el país de los soviéticos, excluido de “Únase al campo comunista, cuyo totalitarismo estalinista lo horrorizó”señala Patrick Eveno en su Historia del periódico “Le Monde” 1944-2004 (Albin Michel, 2004). “Beuve”, alias Sirius, se asegurará de que la redacción “nota sistemáticamente los ataques a la democracia y la ausencia de libertades en los países de Europa del Este o bajo supervisión soviética”. Esta línea editorial seguirá siendo una constante, desde Stalin hasta Putin.
Unos años más tarde, cuando murió el maestro del Kremlin, “el mundo nunca deja de girar”escrito, en El mundo del 7 de marzo de 1953, André Fontaine, bajo el enorme titular de la portada dedicado a la desaparición, dos días antes, del “Mariscal Stalin”. A continuación, el jefe del servicio exterior del periódico abogó por el fortalecimiento de Europa, “incluso reducido a seis”equipado con un ejército común, con una presciencia que resuena con fuerza hoy. Pero, en aquella época, la vida cotidiana de los italianos en la calle todavía trataba con cierta consideración a un hombre aún coronado por la victoria soviética sobre Hitler.
Nos estremecemos cuando leemos que quien reinó por el terror durante más de treinta años “Rusia reconciliada con la revolución”y si el estalinismo “no era estrictamente hablando una doctrina”era parecido “más bien un método, una táctica, una sabiduría”. Tenemos que esperar hasta el final de la columna sobre “el hombre y su herencia” para que surja otra valoración: “La búsqueda de esta felicidad matemática [le communisme] campos de concentración poblados y fosas comunes; ha transformado a millones de hombres en robots civiles y militares. Ha reducido a otros al papel de turiferos desprovistos de la dignidad más básica. »
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