Él despliega el hilo de la guerra. De la movilización general de ciudadanos franceses de la que su padre no puede aprovechar. Aunque, gracias a un acto de valentía, se convirtió en voluntario y luego en prisionero de guerra.
Son estas pequeñas cosas las que influyeron en el curso de la historia de Samuel Pintel, a la que él llama su “suerte”, “mi insolente suerte”. El primero lo fecha el 16 de julio de 1942, cuando el nombre de su madre y el suyo no aparecían en las listas de la redada de Vél’d’Hiv, “por ser esposa de un prisionero de guerra”.
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El segundo ocurrió el 16 de noviembre de 1943. Todavía con su madre, se encontraba ahora en Annecy, en una antigua pensión donde las mujeres y los niños judíos estaban bajo arresto domiciliario. A sus 6 años, disfruta de un entorno idílico, no muy lejos del lago, con las montañas como horizonte. Fue de camino a casa desde la escuela cuando experimentó su primera redada. “Los camiones alemanes que llegan, estos hombres armados y esta reunión en medio de una mediana. » La regla es simple, si tus nombres aparecen en la lista, “estás deportado”.
La sombra de Klaus Barbie
Alto como tres manzanas, sostiene firmemente la mano de su madre, cuando “con una voz que no sé”, ella le ordena: “No vengas conmigo, ya no soy tu madre, toma la mano de tu madre”. . esta joven. » Obedece, escapa del arresto a diferencia del que le dio la vida. Gracias a la valentía del adulto que ahora lo acompaña, encuentra refugio en un hogar infantil a unas decenas de kilómetros de Chambéry. Aún no lo sabe pero es la colonia de Izieu. Vivió allí durante un mes, antes de que los vecinos parisinos, alertados de su estado, vinieran a recogerlo. Son finales de enero de 1944, el 6 de abril, cuarenta y cuatro niños de esta casa serán deportados. Una redada ordenada por el jefe de la Gestapo de Lyon, Klaus Barbie.
Todo esto lo descubrió décadas después, mientras escuchaba las actas judiciales del proceso del “carnicero de Lyon” en 1987. Antes de eso, comenzó su deber de memoria y luego continuó para que el 24 de abril de 1994, el antiguo refugio como un memorial.
Durante más de dos horas, Samuel Pintel transmitió este recuerdo a estos adolescentes de 14 años. “Se convierten así en transmisores de memoria”, asegura su profesor de historia y geografía, Youcef Semane, orgulloso de que “en esta pequeña escuela rural, la cultura nos llega. » Una intervención única en Charente, posible gracias a un golpe de suerte: el visionado por el subdirector, Cédric Rousseau, de la aparición de Samuel Pintel en el programa “Quotidien”. Convencido de la validez de este testimonio, con el apoyo de su directora Sylvie Desreumaux, se puso en contacto con el hombre que era un niño judío extranjero durante la Segunda Guerra Mundial. La asociación de Amigos de la Fundación para la Memoria de las Deportaciones, con su presidenta Michèle Soult a la cabeza, puso aceite en el engranaje de este encuentro. Calificación.