lo esencial
Contra todo pronóstico, el acusado, juzgado desde el miércoles, fue absuelto por los jurados de la muerte de Castrais, de 21 años, en 2016 en un accidente de tráfico. Historia de un último día de suspenso, que termina con grandes tensiones y mucha incomprensión para la familia de la víctima.
Es el símbolo de este archipiélago francés. De esta Francia con fracturas sociales y culturales, y de estos hombres y mujeres con vidas contrarias, que se enfrentaron en la sala del Tribunal de lo Penal de Tarn. Un choque entre dos mundos. De un lado, una familia norteafricana, los Dahmani, de un barrio obrero, en este caso de Aillot en Castres, sumida en un dolor infinito tras la pérdida de su “Dahou”, en 2016. Del otro, Alex Rodríguez, un Un hombre sin antecedentes de clase media, procesado desde el miércoles por haber matado a Castres, de 21 años, en un accidente de tráfico.
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En el centro, una pregunta: este 18 de junio, en la rue de Bretagne de Castres, ¿se desvió deliberadamente hacia la izquierda para atropellar al conductor de una motocicleta robada unas semanas antes? A esta pregunta y tras escuchar atentamente los debates durante dos días, el jurado respondió que no. Tampoco a ninguna otra pregunta sobre su culpabilidad, aunque sea involuntaria.
Un alivio para el acusado, que salió como entró: libre. Para los allegados a Samir Dahou, el cielo cayó sobre sus cabezas por segunda vez, provocando una gran tensión cuando se anunció el veredicto, quienes exigen justicia y condena desde el inicio del proceso judicial. Los dos argumentos de los abogados de la parte civil, el señor Martin y la señora Delon, aunque teñidos de humanidad, no bastaron para convencer a los miembros del jurado, que se inclinaban por la posición del abogado general y, en particular, del abogado defensor, el señor Debuisson padre, meticuloso y mío. -Más claro el día para pedir la absolución de su cliente.
La ausencia de imágenes de las cámaras de videoprotección en el momento de la colisión: un elemento clave en este juicio
Al final del juicio aún no está claro si el Honda negro fue robado o comprado por la víctima, como se dijo. Tampoco sabemos realmente qué pasó esa noche. Pues aún desconocemos qué pasaba por la cabeza del conductor al tomar esta mortal decisión. ¿Por qué no simplemente estacionó su vehículo al costado de la carretera y vio pasar la motocicleta y comprobó si era la correcta? Y muchas otras preguntas quedaron sin respuesta.
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Sin embargo, desde el inicio, Alex Rodríguez nunca se desvió de su posición: tuvo un reflejo y no supo explicarlo. Su reacción tras el susto: “Lo siento, lo siento”, las manos en la cabeza, reforzó su versión.
Dos versiones contradictorias, ambas consideradas plausibles por el Abogado General. La duda era real y palpable incluso hoy, y esto es seguramente lo que decidieron los jurados: la duda siempre beneficia al acusado, en ausencia de pruebas implacables. La ausencia de imágenes de las cámaras de videoprotección en el momento de la colisión fue un elemento clave en este juicio.
“Distinguir entre moral y derecho”, el ejercicio fue peligroso para los jurados, ya que el dolor de la familia era visible en las mejillas inundadas de lágrimas. Pero “la labor de la justicia no es complacer a nadie”, indicó el fiscal general, aunque la pérdida de un ser querido traspasa lo más profundo del alma. Ocho años después, la justicia se ha pronunciado. Ocho años es mucho tiempo, y mucho más después para los Dahmani, para quienes el 18 de junio de 2016 siempre rimará ausencia con sufrimiento.