ISon las 3 de la madrugada del 27 de noviembre de 1974. La ministra de Sanidad, Simone Veil, vestida con un vestido azul petróleo cuyas mangas largas ocultan su antiguo tatuaje de deportada, defiende, sola ante una Asamblea Nacional en la que sólo tenemos trece mujeres, el proyecto de ley sobre la interrupción voluntaria del embarazo que le confiaron el Presidente Valéry Giscard d’Estaing y el Primer Ministro Jacques Chirac.
Apenas bajando del podio y sentada en la primera fila del hemiciclo, después de que un diputado “gaullista” la acusara de querer “arrojar a los bebés al crematorio”, se tapa la cabeza con las manos. “Pero no”, dijo cuando más tarde descubrió esta foto de ella misma. ¡Estoy cansada, pero no derramaré lágrimas! » Tampoco hay lágrimas cuando…
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