Un equipo dirigido por Pierre Bruhns, investigador del Instituto Pasteur, ha desarrollado agentes anticurativos de nueva generación. Estos fármacos, capaces de anular el efecto de los curares al final de la anestesia y, por tanto, de restaurar más rápidamente la función muscular durante la reanimación, representan un progreso tanto médico como económico.
Ciertos procedimientos quirúrgicos requieren, además de anestesia, la administración de curare, una molécula paralizante, para facilitar la intubación y la ventilación artificial. Este producto tarda tiempo en disiparse. Por lo tanto, al despertar, los pacientes necesitan entre 30 minutos y 1,5 horas, a veces más, para recuperar el uso de sus funciones musculares. En un contexto de número limitado de camas, esta inmovilización contribuye a sobrecargar las unidades de cuidados intensivos. Por eso, después de la operación, se recomienda a los anestesistas que le administren un descurarizante, es decir una solución que anula los efectos del curare, para recuperarse en unos minutos. Esto también tiene la ventaja de reducir la duración de la intubación y la respiración artificial, y por tanto los efectos adversos que pueden estar asociados a la misma (daños en la tráquea, infecciones nosocomiales, etc.).
Una especie de dos rocuronio/sugamadex
Hoy en día, sólo existe un remedio de curarización profunda, el sugammadex, que sólo funciona con dos curares: rocuronio y vecuronio. Cuando el equipo conjunto del Instituto Pasteur/Inserm, dirigido por Pierre Bruhns, puso en marcha su trabajo en 2019, este fármaco era demasiado caro para justificar su uso sistemático en Francia. Pero, con el anuncio de la próxima fecha límite (principios de 2026) para que su patente sea de dominio público, su precio se dividió por diez a partir de 2024. La búsqueda de una alternativa ya no valía la pena.
Sin embargo, el método desarrollado siguió siendo válido. “Las primeras pruebas fueron muy alentadoras, con la parálisis levantada en menos de 2 minutos, dice Pierre Bruhns. Por eso decidimos aplicar nuestra idea a otros curares, para los cuales aún no existe cura”. Son alrededor de quince. Los anestesiólogos utilizan uno u otro, según el caso y los antecedentes de alergia. Pero su compleja naturaleza química aún no ha permitido encontrar moléculas que anulen sus efectos.
Una solución basada en anticuerpos
“Nuestro método nos permite sortear esta dificultad”, continúa el director de la investigación. Consiste en tomar los anticuerpos producidos por pacientes que han tenido una reacción alérgica a un curare y luego modificarlos para elaborar curativos que, inyectados a otros pacientes después de una operación, no les provoquen una reacción alérgica. » Como las alergias a los curares son raras (1 caso grave cada 10.000 anestesias), los investigadores están trabajando con varios hospitales para aumentar sus posibilidades de acceder a muestras ricas en anticuerpos de interés: Bichat AP-HP, en París, pero también otros tres, en Madrid, Londres y Amberes. La nueva generación de agentes anticurativos que están desarrollando permitiría limitar las embolias en las camas de cuidados intensivos. También serían una posible alternativa para los pacientes alérgicos al sugammadex, un número cada vez mayor desde que se generalizó su uso en todo el mundo.
Para saber más: Los anticuerpos específicos de rocuronio provocan la anafilaxia perioperatoria, pero también pueden funcionar como agentes de reversión en modelos preclínicos, Science Translational Medicine, vol. 16, número 764, 2024.