Por Matthieu Le Gall
¿Qué harán este “día después”, en la hipótesis cada vez más evidente de que los votos de la RN se sumen a los de la izquierda y derroquen al gobierno de Barnier? Los socialistas franceses se están emancipando. Ahora se atreven a decir en voz alta que el Nuevo Frente Popular (NFP) no es su salvación, que los herederos de François Mitterrand y Lionel Jospin están llamados a gobernar. Nada de quejas en los escaños de la oposición mientras se espera, como quiere el LFI, que el caos político e institucional empuje a Emmanuel Macron hacia la salida.
Muy conveniente en pleno verano, cuando era necesario encontrar una personalidad capaz de satisfacer a rebeldes, ambientalistas y socialistas, Lucie Castets hoy está conducida al olvido. El último en mostrarle el camino, después de Boris Vallaud y Olivier Faure, fue el ex presidente François Hollande. Pero basta mencionar el próximo congreso del partido rosa en 2025, o la votación, por parte de los socialistas, de una disposición que regresa a la ley Touraine para que los viejos demonios de la calle de Solférino aparezcan inmediatamente.
Ahora que Francia entra en un período de fuertes turbulencias en el frente del empleo, ¿comparten al menos la misma concepción de la economía? En su “deber de hacer balance” del mandato de cinco años de Hollande, el secretario nacional del PS, Olivier Faure, criticó la política iniciada por el ex jefe de Estado y perpetuada por su sucesor. Antes de considerar una posible alianza con los anteriormente vilipendiados macronistas, los socialistas harían bien en encontrar sus propios denominadores comunes.
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