el sorprendente descubrimiento de los científicos sobre nuestras células

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Los investigadores han descubierto un estado intermedio entre la vida y la muerte. De hecho, algunas células logran regenerarse.

¿Y si fuera posible perseverar más allá de la muerte? Muchos científicos se han ocupado de esta cuestión, incluido Robert Ettinger, el padre de la criogenia, un método para conservar cadáveres a temperaturas muy bajas (alrededor de -196°C). Hasta la fecha, más de 2.000 personas en todo el mundo han firmado un contrato de criónica, con la esperanza de despertar años después gracias a los avances de la ciencia. Mientras tanto, la investigación sobre el tema avanza. En un estudio reciente, un grupo de biólogos afirma haber descubierto un “tercer estado” entre la vida y la muerte.

La muerte se define generalmente como “el cese irreversible del funcionamiento general de un ser vivo”. Pero puede haber casos en los que sea necesario matizar esta definición. En las gallinas, por ejemplo, es bastante común observar al animal correr después de haber sido decapitado. Por una buena razón, si la médula espinal o el tronco del encéfalo permanecen intactos cuando mueren, es posible que persistan movimientos involuntarios. Son reflejos automáticos: como cuando nos asustamos cuando estamos asustados.

Es el mismo principio para la donación de órganos. A pesar de la falta de actividad cerebral, los tejidos, células y órganos siguen vivos durante algún tiempo después de la muerte del organismo. Los investigadores estadounidenses Peter A. Noble y Alex Pozhitkov se preguntaron por qué sobrevivieron. Por ello, llevaron a cabo una serie de pruebas con células de la piel extraídas de ranas muertas. Según sus observaciones, estas células, también llamadas “xenobotes”, lograron adaptarse a las condiciones de las placas de Petri en las que estaban confinadas. “Incluso si un organismo muere, algunas de sus células conservan la capacidad de reorganizarse y pueden formar nuevas estructuras de vida”, resume Peter Noble.

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De esta manera han logrado modificar su forma y función física utilizando sus “cilias” para moverse por su entorno. En los embriones vivos, estos cilios estaban presentes en el borde del esófago y servían para mover la mucosidad. Su plasticidad es tal que además de repararse a sí mismos, los xenobotes son capaces de reparar las células nerviosas dañadas presentes cerca.

La ciencia está avanzando considerablemente en este tema. Los estudios han demostrado que las células pulmonares humanas pueden, de manera similar, ensamblarse espontáneamente en pequeños organismos multicelulares capaces de moverse. Este trabajo también muestra que las células, dependiendo de su naturaleza, tienen diferentes tiempos de supervivencia. En los seres humanos, por ejemplo, los glóbulos blancos se destruyen entre 60 y 86 horas después de la muerte.

Pero no todas las células son iguales. Además de la edad, la salud general y el sexo, su capacidad para sobrevivir depende de las condiciones ambientales, la actividad metabólica (necesidades energéticas) y los métodos de conservación. Además, si los genes se enfrentan con frecuencia a estrés, traumatismos o infecciones, es más probable que experimenten una actividad postmortem extensa. Según los científicos, la causa es la pérdida de la homeostasis, ya que permite a un organismo vivo mantener las distintas constantes de su cuerpo (temperatura, flujo sanguíneo, presión arterial, etc.).

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