Encarnan sueños, gracia y riqueza. Sin embargo, detrás de las sonrisas fijas y los vestidos suntuosos, las princesas suelen llevar una vida bajo presión. Protocolo rígido, exposición a los medios y soledad opresiva: el peso del coronavirus puede volverse insoportable. Desde Meghan Markle hasta Charlene de Mónaco, pasando por Diana y la emperatriz Masako, inmersas en un mundo donde el cuento de hadas se convierte a veces en pesadilla.
Ser princesa no siempre rima con una vida de ensueño. Entre obligaciones constantes y sacrificios personales, este puesto se parece más a un trabajo a tiempo completo, como señala Nicolas Fontaine, redactor jefe de Histoires Royales: “Princesa, es un trabajo extraño. No existe un plan de carrera. Significa servir a la población, con un enorme deber de abnegación. A algunas personas les resulta difícil”.
Princesa, un papel bajo alta tensión
Este es el caso de Meghan Markle, cuya entrada en la familia real británica supuso un shock. La transición de su vida de actriz independiente a la de una duquesa enredada en códigos reales resultó insuperable: “Meghan no se dio cuenta de que estaría renunciando a su libertad. Tuvo que entrar de repente en una restricción que no le gustaba. Y sobre todo, no se imaginaba tener que cumplir con todos estos códigos y todo este protocolo (… ) Esto la llevó a pensamientos suicidas”.explica Amélie Schildt, experta en familias reales.
Ante este sufrimiento, Meghan y el príncipe Harry optaron por abandonar sus deberes reales, una decisión histórica que marcó un punto de inflexión en la gestión de los trastornos mentales dentro de la monarquía.
Diana, pionera de la libertad de expresión
Mucho antes de Meghan, Diana había roto el silencio en torno a la salud mental. La princesa de Gales, aislada en un matrimonio infeliz, había hablado públicamente de sus luchas contra la depresión, la bulimia y las autolesiones. “Diana ha hablado mucho sobre sus problemas de salud mental. Fue una de las primeras princesas en hacerlo. Explicó cómo a veces se cortaba. También sufría de bulimia”. recuerda el experto en familias reales. Un comentario incómodo de Charles en el momento del compromiso habría sido el detonante de su malestar, sumiendo a la joven en una espiral de sufrimiento psicológico.
En Mónaco, Charlène Wittstock, ex nadadora de alto nivel, también lucha por encontrar su lugar. Sus prolongadas ausencias, particularmente en Sudáfrica, y su distanciamiento de sus hijos han planteado muchas preguntas. Oficialmente se sugirieron problemas otorrinolaringológicos, pero las verdaderas razones parecían más profundas. Según los informes, fue tratada en una clínica suiza por depresión.
Presiones desde la niñez
Para las princesas de sangre, la presión puede ser aún más intensa, comenzando desde una edad temprana. Victoria de Suecia, heredera al trono, sufrió una severa anorexia cuando era adolescente, llegando a perder hasta 20 kilos en cuestión de semanas. “Parecía incómoda en su piel. A los 19 años, todas las miradas estaban puestas en ella, lo que acentuaba su malestar”explica Amélie.
En Japón, la emperatriz Masako encarna otra faceta de la presión real. Considerada una figura divina, vive en un universo donde las emociones son tabú. Ahora se conoce su lucha contra la depresión: “Tiene que cancelar compromisos oficiales debido a su estado de salud. También pudimos ver imágenes de ella llorando, secándose las lágrimas. Realmente son imágenes bastante conmovedoras. Desafortunadamente, la depresión es una enfermedad recurrente dentro de la familia imperial”., dice Nicolás Fontaine.
Los tabúes se van levantando poco a poco
A pesar de estas dolorosas historias, algunas figuras reales están tratando de romper los tabúes sobre la salud mental. Guillermo y Catalina, e incluso la reina Matilde de Bélgica, están haciendo campaña activamente para concienciar al público sobre estas cuestiones.
Vea el programa “Place Royale” este sábado a las 7:50 p. m. en RTL tvi y en streaming en RTL play.
Place Royale Meghan Markle Charlene de Mónaco Príncipe Harry Reina Mathilde Victoria de Suecia