Por muy real que sea, el Palacio de Versalles no podía escapar a las normas de aislamiento. En su invernadero acaban de cambiar las ventanas. Pero es imposible captar la diferencia, ya que los carpinteros han imitado minuciosamente a los antiguos. En funcionamiento, un taller en Coutan-ces (La Mancha) donde Émilien Mariette, un aprendiz de 18 años recompensado con el Premio Peregrino al Aprendiz del Patrimonio en colaboración con el GMH.
El joven se está acostumbrando a estos prestigiosos proyectos. Ya ha trabajado en un enrejado de madera para el jardín de Matignon o en una puerta para la catedral de Coutances. Cuando era niño, Émilien se maravillaba ante la estructura del Mont-Saint-Michel, en Normandía, donde creció: “¿Cómo lograron esta hazaña sin nuestras máquinas modernas? » se preguntó.
En esta cuestión germinó su vocación. Aquí le apasiona, no tiene sensación de trabajar ya que tiene “la carpintería en la piel”. El de la auténtica carpintería que perpetúa el saber hacer ancestral y se expresa sobre todo en la restauración de edificios antiguos. “No quiero poner placo ni aislamiento. Quiero trabajar con madera”, insiste. Porque Émilien quiere formar parte del patrimonio a largo plazo y construir con sus manos obras destinadas a ser transmitidas.
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