“Durante treinta años hemos sido la moneda de la globalización”dice indignado un agricultor que vino a sumarse a la protesta contra el acuerdo con Mercosur. Agricultura, ¿variable de ajuste para los tratados de libre comercio? ¿La agricultura asesinada por la globalización? ¿Mito o realidad? En Francia, la opinión pública y los líderes políticos se apresuran a abrazar la causa de los agricultores. Es sobre todo sentimental. Francia ha sido durante mucho tiempo una tierra campesina, con sus tradiciones, sus valores, su estética. En él se inspiraron los pintores Courbet, Millet, Pissarro, Monet, Van Gogh y muchos otros. Como los escritores Balzac, Sand, Zola… Secuencia de nostalgia. Pero también es político.
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Los amantes de la libertad, después de haber sufrido durante siglos bajo el yugo de los poderosos y organizados, los agricultores se han transformado en un lobby eficaz, incluso violento, y en numerosas ocasiones han conseguido doblegar a los que estaban en el poder. Ante su ira, Emmanuel Macron abrazó su lucha y se opuso a la firma del acuerdo con los países latinoamericanos, que sin duda beneficiará sobre todo a la industria europea, pero que, en realidad, sólo afectará “margenmente” a la producción agrícola francesa.
La agricultura francesa sigue teniendo superávit
Sin embargo, las cifras están ahí, lo que alimenta la ansiedad. Durante treinta años, con la aceleración de la globalización, la agricultura ha seguido disminuyendo. Francia, menos competitiva, pasó del 2mi au 5mi ranking de exportadores de productos agrícolas. Según un informe del Ministerio de Agricultura, en tres décadas, los ingresos netos del sector agrícola han caído un 40%.
Se importan casi 63 mil millones de euros en alimentos, o 2,2 veces más que en 2000. La mayoría de los sectores se ven afectados. Uno de cada dos pollos que se consumen en Francia procede de otros lugares, como el 56% de la carne de ovino, el 28% de las verduras y el 71% de las frutas.
Ciertamente, al mismo tiempo, el aumento de la productividad y la reducción del número de explotaciones han permitido un aumento de los ingresos de la mayoría de los agricultores. Y no todos los sectores se ven afectados, algunos incluso se benefician enormemente de la globalización. La agricultura francesa también sigue teniendo superávit. Pero la profesión está preocupada. ¿Hasta dónde llegará esta inexorable erosión?
Regular y controlar
En realidad, si las protestas del mundo agrícola tienen tal eco es porque reflejan una ansiedad existencial: ¿no ha ido demasiado lejos la globalización? ¿No se ha vuelto perjudicial? Las señales están ahí. Portacontenedores que contaminan los océanos, envases de plástico que invaden el planeta, fábricas que cierran, fast fashion, comida chatarra, miel falsa, ternera con hormonas, pollos en batería, escasez de medicamentos, paraísos fiscales, crisis financieras… Es emotivo. No racional.
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Porque ¿quién se queja de los avances logrados en muchos ámbitos gracias a la emulación global, al bajo precio de las camisetas y de los electrodomésticos fabricados en China, al aumento del nivel de vida de millones de habitantes? Se trata de confianza. Los países no sólo deben regular, sino también controlar. Pero ambos resultan muy difíciles. ¡Una auditoría realizada por la Unión Europea muestra que Brasil no puede garantizar que sus exportaciones de carne no contengan carne vacuna tratada con hormonas! Plantea preguntas.