Brasil: La lucha de Lula contra el hambre aún no está ganada

Brasil: La lucha de Lula contra el hambre aún no está ganada
Brasil: La lucha de Lula contra el hambre aún no está ganada
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En el frigorífico de Neide Fernandes no hay carne ni verduras, pero sí una veintena de huevos, “los más baratos” de las proteínas animales. Esta ex cajera de 60 años vive con su marido y sus dos nietos adolescentes en un minúsculo apartamento de dos habitaciones en una habitación de un hotel abandonado en el centro de Río de Janeiro. Los cables eléctricos corren a lo largo de los estrechos y oscuros pasillos de la casa okupa.

“No tenemos medios para hacer tres comidas reales al día”, confiesa. Su familia se encuentra entre los 40 millones de brasileños que se estima que sufren “inseguridad alimentaria”, según la ONU.

Bolsa Familia. El hambre sigue asolando la mayor economía de América Latina, con 212 millones de habitantes, aunque la lucha contra este flagelo avanza. También es gracias a los éxitos registrados en casa que el presidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva lanzará el lunes, en la apertura de la cumbre del G20 en Río, una “Alianza global contra el hambre y la pobreza”.

Desde que su marido quedó desempleado hace ocho años, Neide Fernandes recibe la Bolsa Familia, un programa social emblemático de Lula, que proporciona un subsidio a las familias con la condición de que sus hijos estén escolarizados. “Pero con 600 reales (unos 100 euros) al mes no recuperamos casi nada del supermercado”, subraya.

Almuerzo para llevar. En las últimas elecciones presidenciales, Fernandes votó sin dudar por Lula, cuyos ambiciosos programas sociales sacaron a millones de brasileños de la pobreza durante sus dos primeros mandatos (2003-2010). Entre ellos, Bolsa Familia, que Lula restableció tras regresar al poder en enero de 2023. “Pensé que iba a hacer más, pero al final no sentí ninguna mejora” desde su regreso, lamenta.

Pero el ex metalúrgico nacido en la pobreza sigue siendo popular entre Aila Martins, de 36 años, también beneficiaria de la Bolsa Familia. “Conocemos su historia, él también pasó hambre y realmente marca la diferencia”, dice esta madre de tres hijos, embarazada del cuarto.

Sin embargo, está esperando en la cola para recibir un almuerzo para llevar en las instalaciones de Açao da Cidadania (Acción Ciudadana), una importante ONG ubicada en un barrio obrero de Río, al pie de una favela.

Según el último informe de las agencias especializadas de las Naciones Unidas sobre la inseguridad alimentaria mundial (SOFI 2024), el número de personas con un grado severo o moderado de inseguridad alimentaria en Brasil cayó en 70,3 millones durante el período 2020-2022, que incluye la pandemia de Covid. -19 pandemia – a 39,7 millones durante el período 2021-2023, o el 18,4% de la población.

“Privación degradante”. El gobierno de Lula dice haber obtenido datos de la ONU teniendo en cuenta exclusivamente el año 2023 y que muestran una caída del 85% en el número de brasileños en estado de inseguridad alimentaria severa, de 17,2 millones en 2022 (8% de la población) a 2,5 millones (1,2%) el año pasado.

“Estamos observando un marcado descenso, pero eso no significa que el problema del hambre en Brasil esté resuelto, sino todo lo contrario”, advierte Rodrigo Afonso, director ejecutivo de Açao da Cidadania.

Fue en la sede de esta ONG, que prepara 1.000 almuerzos para llevar al día, donde Lula presentó en julio su “Alianza global contra el hambre”. Con lágrimas en los ojos y sollozos en la voz, instó a actuar contra “las privaciones humanas más degradantes”.

Restricciones “presupuestarias”. Esta alianza reunirá a países de todo el mundo e instituciones internacionales para proporcionar recursos financieros para luchar contra el hambre o replicar iniciativas que funcionen a nivel local.

Para Marcelo Neri, director de FGV Social, la rama de estudios sociales de la prestigiosa Fundación Getulio Vargas, Bolsa Familia puede ser un ejemplo, pero también otro programa que permite a los niños brasileños de las escuelas públicas beneficiarse de al menos una comida gratuita. El presupuesto para este sistema se incrementó un 39% en marzo de 2023, después de seis años sin aumento.

Pero estos programas tienen un costo elevado, más difícil de absorber que durante los primeros mandatos de Lula, que aprovechó el auge de las materias primas. “El desafío para Brasil no es mostrar resultados, que han aparecido rápidamente, sino ser parte de una continuidad”, advierte Neri, que está “en peligro” por las limitaciones “presupuestarias” que pesan sobre el gobierno.

Luis DISFRUTE

© Agencia France-Presse

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