A poco más de 24 horas del partido que pone en tensión al país, entre Francia e Israel, un hombre será especialmente observado: se trata de Bruno Retailleau. Este partido es una prueba para el nuevo Ministro del Interior. Su primera prueba real de actuación policial. Detrás, también veremos si el famoso espíritu de los Juegos Olímpicos fue sólo un paréntesis encantado, como algunos han dicho, o si dura poco.
Al fin y al cabo, es sólo fútbol, debería seguir siendo fútbol, pienses lo que pienses del conflicto en Oriente Medio. Que yo sepa, no será Benjamín Netanyahu quien estará en el campo con pantalones cortos y zapatos con tacos. Pero sobre todo, Es una prueba para Francia y para su honor.
El tema es el antisemitismo. No podemos ignorar lo que ocurrió hace unos días, muy cerca de casa, en Amsterdam. Al margen del partido de fútbol entre el Ajax de Ámsterdam y el Maccabi Tel Aviv, asistimos a una auténtica “caza de judíos” en las calles de Ámsterdam. Con esta imagen atroz de un hombre en el suelo obligado a gritar: “No soy judío” para escapar de sus atacantes.
¿Un riesgo de desbordamiento?
Entonces escuché “sí, pero los ‘ultra’ partidarios del Maccabi Tel Aviv profirieron insultos racistas”. Es cierto ! Es indiscutible e insoportable, salvo que no son ellos, los ultras, los blanco de la violencia, pero muchos israelíes quedaron aislados en las calles de Amsterdam. Esto no responde a la lógica de una pelea de hooligans, sino a la lógica de un pogromo y esa es la pesadilla.
Es una responsabilidad histórica evitarlo. Debemos escuchar al rey de los Países Bajos Willem-Alexander, quien dijo las palabras adecuadas. Dijo: “Fallamos en nuestro deber para con los judíos durante la Segunda Guerra Mundial y volvimos a fallar la otra noche”. Si Francia pudiera evitar este tipo de vergüenza, sería bueno.
Es ante todo responsabilidad de Bruno Retailleau, que fue muy claro sobre el antisemitismo. Dijo que los ataques antisemitas representan El 57% de todos los ataques racistas y antirreligiosos en el país.para una población que representa el 1% del total. “No es la República, no es Francia”, insistió. Tiene razón. Ahora son palabras, le toca a él demostrarlo.
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