El 6 de noviembre, Donald Trump ganó por un amplio margen a su rival Kamala Harris. A partir del 20 de enero de 2025 será el 47º presidente de los Estados Unidos. El mismo día, se produjo un incendio en las afueras de Los Ángeles, en una California asolada por varias olas de calor este verano y ya asolada por otros incendios. ¿Podemos sacar una conclusión de la concomitancia de estos dos acontecimientos? Por desgracia, no.
Para Trump, un escéptico del clima, un incendio forestal es un fenómeno puramente natural que no debería tener ningún impacto en la política que se aplicará en los próximos años. Durante la cuarta Cumbre de la Tierra en 2002, en Johannesburgo, Jacques Chirac lanzó esta famosa frase: “Nuestra casa está ardiendo y miramos hacia otra parte”. Donald Trump no mira a otra parte. Al contrario, se dispone a arrojar barriles de petróleo sobre la casa, desafiando cualquier consideración científica sobre los orígenes del calentamiento global.
Treinta años perdidos
El problema es que los 74 millones de electores que votaron por él sabiendo perfectamente cuál era su programa están poniendo en duda el futuro de 8 mil millones de seres humanos y de un número incalculable de organismos vivos. Porque hoy sabemos hacia dónde conduce la explotación desenfrenada de los combustibles fósiles. Quienes construyeron la civilización del carbón, el petróleo y el gas no tenían idea de las consecuencias de sus acciones: sólo vieron los efectos sobre el crecimiento económico y los niveles de vida. Hoy la excusa de la ignorancia ya no es admisible.
Cada día, llega nueva información que demuestra que seguimos avanzando hacia la pared sin disminuir la velocidad. El informe anual del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente sobre las emisiones de gases de efecto invernadero es muy claro: los organismos internacionales llevan treinta años diciendo que es hora de reducirlas…
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