La acusación describe a Raphaël Tourtois como analfabeto, discapacitado y sin cualificación. Padre de siete hijos, trabajó brevemente con su padre como albañil, pero tuvo que dejar de hacerlo después de lesionarse gravemente el brazo al caer mientras estaba ebrio. El alcohol y las drogas también marcan su rumbo vital, además de su carácter nervioso e impulsivo.
Gritos, una lucha
La noche del 20 de noviembre, Raphaël, bajo los efectos del alcohol, estupefacientes y medicamentos, acudió a ver a su padre, que también había estado bebiendo. Hacia las 21.12 horas, los vecinos de la residencia Belle-vue, alertados por gritos procedentes de la casa, llamaron a la policía. Poco después, Raphaël aparece en casa de un vecino, entra en pánico y pide una ambulancia.
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Cuando llegó la ayuda, Daniel Tourtois ya estaba muerto y la casa estaba manchada de sangre. La policía, que inicialmente pensó en una muerte por degüello, supo por el médico forense que la muerte se había producido en realidad como resultado de violentos golpes en la cabeza que provocaron un edema cerebral, combinados con una maniobra de estrangulamiento.
En el momento de su detención, Raphaël parecía histérico, con la cara, el pecho y los brazos cubiertos de sangre, y hacía comentarios incoherentes mientras insultaba a los agentes de policía. Ya conocido por las autoridades, entre sus antecedentes penales figuran varias condenas, en particular por rebelión contra la policía.
Tensiones familiares
La investigación reveló tensiones familiares que se abordarán durante el juicio. Raphaël acusa a su padre de comportamiento abusivo, alegando que tocó a uno de sus nietos, violó a un familiar, engañó a su madre en varias ocasiones y ejerció violencia regular contra él.
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Según la defensa, estos elementos son fundamentales para comprender los motivos de este asesinato, cometido por un hijo hacia un padre al que siguió visitando a pesar de todo, por preocupación por su soledad, pero también por amor.