La Chaîne du Bonheur recaudó cerca de 13 millones de francos después del severo mal tiempo que azotó Valais, Ticino y Graubünden a principios de verano. Esta cantidad permite prestar ayuda de emergencia a las personas que lo perdieron casi todo en las inundaciones.
Antonietta Sido, de 70 años, regresa por primera vez a su antiguo barrio de Sous-Géronde, en Sierre. Después de cuarenta y siete años en su apartamento, los recuerdos y las emociones lo asaltan.
“El apartamento era espacioso, la familia de Italia venía a menudo a pasar la noche aquí. Hoy ya no tengo suficiente espacio para alojarlos”, explica con un nudo en la garganta el jueves a las 19:30 en RTS.
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Ayuda bienvenida
Ante esta catástrofe, la ayuda de Solidaridad Suiza fue crucial para Antonietta Sido, que lo perdió todo en las inundaciones. Con los 8.000 francos recibidos, pudo comprar lo que necesitaba para retomar una vida lo más normal posible. “Esta suma llegó en un momento en que realmente la necesitábamos”, afirma.
Consciente de la importancia de esta muestra de solidaridad, Antonietta Sido quiso expresar su agradecimiento a los donantes grabando un mensaje para las redes sociales de la Chaîne du Bonheur.
Más de 200 familias ayudadas
Según Jean-Marc Richard, embajador de Solidaridad Suiza, la ayuda de emergencia resulta decisiva en este tipo de situaciones. “A menudo olvidamos que es en las situaciones de emergencia cuando la gente necesita más ayuda. Luego, cada uno se reconstruye de una manera u otra, y para mí esto no sólo salva a la gente, sino también vidas”, explica.
Ya se ha pagado un millón de francos para cubrir las necesidades inmediatas, beneficiando a 250 familias.
Corinne Bahizi, responsable de comunicación de la Chaîne du Bonheur, precisa que esta ayuda se divide ahora en dos partes. Cubre tanto los costes de transición (gastos de realojamiento y transporte) como los gastos residuales que no estarán cubiertos por el seguro.
Sin embargo, la ayuda financiera no puede curar todas las heridas. Para Antonietta Sido, el trauma sigue estando a flor de piel. “A mis 70 años me resulta difícil planificar el futuro, por eso prefiero no pensar en ello”, confiesa.
Cédric Jordan/ensayo
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