Es una amarga observación compartida por muchos seguidores que ven al Montpellier hundirse lenta pero seguramente. Este partido contra Le Havre, un duelo entre los últimos de la categoría, parecía ser una oportunidad inesperada para finalmente sumar puntos y, quién sabe, reiniciar una dinámica positiva.
Por lo general, los Pailladins son autosuficientes para hundirse. Esta vez intervino la mala suerte y golpeó. Falaye Sacko, jugador ya señalado por sus insuficientes actuaciones, provocó el penalti decisivo del Le Havre con una desafortunada mano. Este detalle, símbolo de una estación que se desmorona, acentúa aún más el sentimiento de impotencia. Tras un pase de Jordan Ayew, el lateral derecho maliense, de espaldas a su adversario directo, evidentemente no pudo evitar este error que ni siquiera el ghanés parecía haber calculado. Si la llegada de Jean-Louis Gasset debería haber supuesto un nuevo impulso, todo hace pensar que nada podrá cambiar el destino del MHSC con motivo de su 50º aniversario.
Incluso podríamos decir que los dados están cargados esta temporada. Errores, acciones desafortunadas, una cascada de lesiones… Todo parece ir decayendo deportivamente contra el Montpellier, como si el club ya no tuviera el más mínimo margen de maniobra. Cada semana trae consigo su cuota de decepciones y frustraciones, dejando a los aficionados amargados, porque la secuela parece inevitable: un descenso a la Ligue 2, que es cada vez más palpable.
Más allá de este partido, todo el club parece estar perdiendo el rumbo, con un equipo que no puede recuperarse, decisiones estratégicas cuestionables también y una crisis de confianza que no hace más que crecer. Es doloroso ver a un club con una historia tan reciente perder el equilibrio de esta manera. Esperamos que el destino finalmente cambie, pero hoy es difícil permanecer optimista.
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