lo que la mano sabe

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CRÍTICA – Elogio de la profesión de carpintero, de la inteligencia manual y de la bella factura.

“El jansenista profesional Carpintero no debe tomarse a la ligera”escribe Francis Navarre en las primeras páginas de Días de trabajo. Pero a veces sin el conocimiento de la persona que se convierte en ello. De niño, este hombre de arte, cuyo segundo libro publica aquí Le Dilettante, estuvo destinado a profesiones ilusorias y decorativas: asegurador, abogado, pedagogo, psicólogo, artista de teatro, escritor, ¡incluso! “Todo entregado al ruido y al revuelo pascaliano, a servicios de los cuales muchas veces nos preguntamos cuál se presta”se ríe desde la distancia.

El joven soñaba con una vida marcada por nuevos oxímorones: poeta jardinero o ebanista letrado. Anhelaba más gravedad, en el sentido físico de la palabra. No somos exactamente el mismo hombre cuando trabajamos a cinco metros del suelo, encaramados en el tejado de una casa en construcción. Lástima si el “Las vocaciones manuales rara vez cuentan con la aprobación de las familias”. Lástima que su madre, enojada por su origen campesino, viera a su hijo con un cuello blanco en lugar de un mono.

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