“La ciudad inclusiva que nos elogia poco a poco se va vistiendo con otros calificativos”

“La ciudad inclusiva que nos elogia poco a poco se va vistiendo con otros calificativos”
“La ciudad inclusiva que nos elogia poco a poco se va vistiendo con otros calificativos”
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JULIEN PACAUD PARA EL MUNDO

Hacène Belmessous es investigadora y escritora independiente. Centra sus investigaciones y estudios sociales en la ciudad. Últimos libros publicados: París ya no es una fiesta (Voces Urbanas, 2024), Una breve historia política de los suburbios obreros. (Silepsis, 2022), Los laboratorios del odio. Investigación sobre la cara oculta del frente municipal (Demópolis, 2019), El Gran París del separatismo social (Postediciones, 2015).

En las prácticas de vida, la urbanidad es una forma particular de negociar las relaciones con los demás y, en consecuencia, una capacidad de integración social y cultural. ¿Qué queda hoy de estas ambiciones?

Las buenas intenciones no faltan, lo vemos en cada campaña electoral. Pero ¿en qué escala situamos la convivencia? ¿A la escala de un edificio, de una calle, de un barrio? No basta con construir edificios, ni desarrollar un espacio público o privado para establecer la convivencia. Sin embargo, ¿qué observamos en la realidad? La ciudad de hoy sólo existe si tiene producción económica. La planificación urbana se ha convertido en un asunto co-construido entre actores públicos y privados y ya no responde a estas preguntas centrales: ¿qué tipo de relaciones existen entre los individuos? ¿Qué destino colectivo queremos implementar para crear una comunidad? Además, cuestionar el urbanismo significa, de paso, cuestionar el futuro de la ciudad pública.

A partir de 1940, el régimen de Vichy despojó a los municipios de su competencia en materia de urbanismo y la confió a la delegación general para el equipamiento nacional, el futuro ministerio de equipamiento. ¿Cuál es el alcance de esta decisión que convierte a las instituciones en garantes del interés general?

En este sentido, veo una desconfianza en la capacidad de los individuos para crear un destino colectivo a nivel local. El Estado es garante del interés nacional. Afirma una posición republicana al garantizar una forma de igualdad de acceso al territorio, de igualdad entre ciudades. Sin embargo, ya no es garante del contrato social. Preguntémonos: ¿podemos hacer pública la ciudad cuando la palanca de la economía es un resorte capitalista? La respuesta es obviamente no, los hechos lo demuestran. El Estado no puede garantizar el interés general cuando intereses particulares dominan el espacio público.

Este artículo está tomado de “Número especial Le Monde: Reinventemos la ciudad”Septiembre 2024, a la venta en quioscos o en la web de nuestra tienda.

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