Fantasmas, crimen y extrañeza, descifrados por su autor

Fantasmas, crimen y extrañeza, descifrados por su autor
Fantasmas, crimen y extrañeza, descifrados por su autor
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Adam regresa al Norte, veinte años después de huir, para una investigación periodística. Un regreso que no estará exento de dificultades. Erwan Le Duc, coautor de la miniserie, analiza este thriller atípico disponible en Arte.tv.

Niels Schneider, lleno de emoción en el papel de Adam, y Maud Wyler, que ya estuvo de gira con Erwan Le Duc en “Perdrix” y “La Fille de son père”. Foto Sarah Alcalay/Colección Prod DB

Por Pierre Langlais

Publicado el 26 de septiembre de 2024 a las 6:20 pm

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min dos largometrajes poéticos y luminosos, Perdiz (2019) y La hija de su padre (2023), Erwan Le Duc impuso una mirada singular a las historias íntimas de amor y filiación. Al adaptar la novela de Fabrice Humbert a una miniserie, El mundo no existe (ed. Gallimard, 2020), utiliza material cercano a sus temas favoritos pero decididamente más oscuro. Seguimos a Adam Vollmann (el intenso Niels Schneider), un periodista inmerso en una investigación sobre el asesinato de una adolescente en la localidad norteña donde creció, y que abandonó repentinamente veinte años antes.

Este héroe preocupado y nervioso pierde gradualmente el equilibrio ante los fantasmas de un pasado marcado por el acoso escolar y una relación compleja con su madre. Descifrado por el coautor y director de un thriller original, entre drama íntimo y Objetos afilados y retrato de una ciudad atormentada por sus secretos Picos gemelos.

En el centro de la noticia pero lejos de la realidad

“En la novela de Fabrice Humbert, Adam es un reportero. Lo nombré periodista web, cargo que ocupé durante mucho tiempo. Escribir para Internet significa mantener una relación un tanto esquizofrénica con el mundo. Estamos en el centro de las noticias, bombardeados con información pero atrapados frente a una pantalla. Ambos muy conectados y completamente desconectados. Salir al campo significa enfrentar la realidad de frente. Para colmo, Adam está rodeado de nuevas tecnologías: las pantallas que lo rodean han sustituido el contacto humano. Incluso su vida de pareja es virtual ya que está enamorado de un japonés al que quizás nunca haya conocido. Al regresar a casa, a Guerches-sur-Isoire, para cubrir una noticia, finalmente piensa en hacer un gesto concreto, pero se hunde aún más en la niebla…”

Un crimen contra la verdad

“Vivimos en una época en la que las noticias se explotan casi de inmediato como material de ficción. En El mundo no existe, Me divierto un poco imaginando a un equipo de guionistas caminando por la ciudad preparándose para un rodaje y prometiendo a los residentes que podrán desempeñar su propio papel. Las premisas se convierten en objetos de ficción aunque apenas tengan influencia en un asunto en curso. Es vertiginoso. »

Un héroe con una identidad problemática

“Todos los personajes de la serie tienen una conexión, grande o pequeña, con la ficción; el director de la escuela secundaria, por ejemplo, es un apasionado de criaturas mitológicas como Big Foot. Se ponen en escena, se muestran, les gusta ser reconocidos: un rasgo muy contemporáneo, amplificado por las redes sociales. En su pequeño pueblo de Guerches, están aburridos. Y del aburrimiento surge a menudo la ficción. El mismo Adán se creó una vida al partir. Con el tiempo, cambió de cuerpo, de rostro y hasta de nombre. El problema es que se olvidó de construirse por dentro. Entendemos, a través de flashbacks, que su adolescencia fue dolorosa. Sobrevivió gracias al teatro, desarrollando una relación muy romántica con su propia existencia. Pero no fue suficiente, la violencia de los demás –y la suya propia en reacción– lo empujaron a huir. En París, en cierto modo, se distanció de sí mismo. Al regresar a los lugares de su infancia, retoma el curso de una historia que había interrumpido brutalmente. »

Un arte de desenmarcar

“En el libro, Adam es un narrador poco fiable, cuyo punto de vista lo distorsiona todo. Ilustro esta separación de la realidad abrazando su mirada, dejando que su inquietud, sus dudas, su paranoia emergente se contagien a la puesta en escena. Cada secuencia está estructurada según una gramática cinematográfica precisa, interrumpida aquí y allá por un plano disonante, tan diferente que resulta inquietante. Puede ser sutil, como un cambio o un efecto de desenfoque, o más extremo como esta secuencia donde vemos la parte trasera de un escenario con el dispositivo de filmación. La banda sonora de Julie Roué [récompensée au dernier festival Séries Mania, ndlr] también juega un papel crucial. Leyendo el guión, viendo las prisas, ella compuso temas para ciertas escenas… que yo usé para otras. Me encanta la idea de una música que a priori no tiene nada que ver donde la escuchamos. »

Una inquietante extrañeza

“Nunca escribo un guión con la expectativa de que será extraño o absurdo una vez producido. Trabajo dejando espacio para lo inesperado. La extrañeza surge por sí sola, a veces un poco desagradable, incluso incómoda. Busco incertidumbre, malestar. Aquí es donde está la verdad. Por ejemplo, cuando llega a la ciudad, Adam entrevista a una adolescente, Gwendoline. Ella responde a todo y lo contrario a sus preguntas, luego se lanza a una extraña danza, cuyos movimientos pueden parecer cómicos pero se vuelven inquietantes por lo indefinibles que son. Toca algo íntimo en Adán, hace surgir en él esa “extrañeza inquietante” de la que habla Freud. »

Un pueblo fantasma

“La trama de la novela de Fabrice Humbert se desarrolla en un pueblo de Colorado. Lo trasladé a una zona minera, cerca de Lens, en un pueblo “en medio de la nada”. Habiendo crecido en el Norte, tengo una relación íntima con esta región, sus luces, sus edificios de ladrillo. No había regresado en mucho tiempo, así que hice un viaje similar de regreso a casa de Adam. Filmé lo que redescubrí, una región diversa donde encontramos tantos edificios en ruinas como hermosas villas, luego la transformé en una ciudad fantasma, atormentada por los recuerdos y arrepentimientos de Adam. »

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