lo esencial
Este jueves, Armand Combes celebró su centenario en las canchas del Stade Toulousain Tennis, donde golpea la pelota dos veces por semana. Apasionado de las acuarelas, este deportista empedernido tiene su propia receta para la longevidad.
Es más del tipo “equipo Federer” y un fanático del golpe de derecha liftado. Más allá de su juego, el campeón suizo y Armand Combes del Toulouse tienen una cosa en común: la longevidad. El primero fue número 1 del mundo durante 237 semanas consecutivas, Armand sigue paseando por las pistas del Stade Toulousain aunque acaba de celebrar su centenario.
Dos entrenamientos por semana.
Dos veces por semana, en chándal y boina, este amante de la acuarela se dedica a su segunda pasión. Y fue sobre la tierra batida de las pistas cubiertas de su club donde apagó las velas el jueves, justo antes de golpear el balón con su entrenadora, Béatrix Reboul. Se reúnen para debates, ejercicios y buenas palabras todos los lunes y jueves, durante una hora, desde el “2 de noviembre de 2006”, dice la profesora, no poco orgullosa de su alumna, que se ha convertido en una especie de niña mimada del club.
“Cuando juego me siento como si tuviera 20 años en mi cabeza, eso me hace seguir adelante. Soy bastante fuerte con la derecha, Béatrix me hace trabajar el revés, me lanza pelotas y da la impresión de que “Jugamos. Ella sabe detectar lo que está mal y siempre es positiva, motiva”, analiza el joven centenario que nunca se desvía de sus sacrosantas citas, marcadas con una cruz blanca en su agenda semanal.
“Es muy diligente, no se queja mucho y siempre quiere aprender”, asegura la mujer que lo entrena desde hace 18 años. Esta sed de conocimiento es lo que lo caracteriza según su hija Françoise. “En todo lo que hace, siempre quería mejorar. Obtuvo dos veces el primer premio en Bellas Artes. Siempre practicó deportes, pala, remo… Con mi hermano, se dedicó a todos los deportes”, recuerda el septuagenario que Recoge a su padre para llevarlo a su clase.
Deporte, regularidad y una buena dosis de felicidad
Porque Armand todavía vive en casa. El hombre que fue profesor de dibujo y protésico capilar con su esposa, está bien rodeado pero se las arregla solo. “En su casa hay tres pisos: en el primer piso se afeita, en la planta baja se ducha, en el sótano se viste. Lo que le mantiene activo también es la regularidad. Él mismo cocina, muchos huevos y pasta. Pero también le gusta comer ostras o caracoles. Tiene buen apetito y siempre le ha gustado la buena comida. Todos los lunes vamos a un restaurante. No le gustan las carnes rojas”, enumera Françoise, enumerando lo que podría corresponder. su receta para la longevidad.
“¿Mi secreto? Hay que llevar un estilo de vida saludable. Me acuesto temprano, duermo 12 horas por noche, hago bicicleta estática. No bebo alcohol, nunca me he excedido”, asegura este puro azúcar de Toulouse. . “Él también tiene buenos genes. Y nunca se enoja, nunca lo he visto enojado. Siempre está de buen humor, positivo, no mira las malas noticias”, explica su hija.
Una forma de afrontar la vida que podría ser una forma de preservarla. Su verdadera receta suena a un mantra dulce, sencillo, básico: “Toda mi vida he sido feliz, con mi mujer, mis dos hijos y sólo tengo un deseo, que ellos también sean felices”. ¿Y si ese fuera el secreto? “La vida es corta”, medio bromea mientras continúa masticándola.
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